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LA PERSONA HUMANA ANTE


                                    TODO: HUMANIZAR LA


                                                  EDUCACIÓN.




                                                   La  persona  humana  es  el  primer  camino  que  la

                                                escuela  debe  recorrer,  haciendo  de  cada  aula  un

                                                laboratorio  de  humanidad.  El  problema  que  más
                                                “indigna” a la sociedad de hoy es la falta de calidad
                                                humana, que se nos respeta a diario en la violación de

                                                los  derechos  humanos,  el  desprecio  a  la  vida,  la

                                                violencia, el secuestro, el terrorismo, las guerras, el

                                                hambre, la exclusión, la falta de escuelas, la alienación

                                                consumista, la corrupción política y el sinsentido… Los

                                                educadores  sufren  el  desgaste  lento  de  la

                                                “indignación”  impotente,  que  nos  hace  recordar  el
                             EDUCA CON AMOR

                                                pensamiento de M. Gandhi: “Creer en algo y no vivirlo
                                                es deshonesto”. Ser auténticamente humanos es la

                                                única alternativa para poder acoger al otro tal como
                                                es, respetarlo profundamente y comprometerse por

                                                devolverle su plena dignidad por un trabajo educativo

                                                sistemático:  “Hay  un  solo  heroísmo:  ver  el  mundo
                                                como es y amarlo” (Romaní Rolland). La misma escuela

                                                cristiana tiene que pasar de la religión a la humanidad,

                                                de la dureza a la ternura, de la tensión y el castigo al

                                                incentivo motivante  de la autoestima y el éxito. Esta

                                                escuela  debe  dejarse  vitalizar  por  las  razones

                                                profundas de la buena noticia que transmite, que nos

                                                evoca el pensamiento de San Clemente de Alejandría:

                                                “Nuestra  vida  debe  ser  una  primavera  porque
                                                tenemos en nosotros la Verdad que nunca nos hace
                                                envejecer”.
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