Page 264 - El Señor de los Anillos
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El Concilio de Elrond
A la mañana siguiente Frodo despertó temprano, sintiéndose descansado y bien.
Caminó a lo largo de las terrazas que dominaban las aguas tumultuosas del
Bruinen y observó el sol pálido y fresco que se elevaba por encima de las
montañas distantes proyectando unos rayos oblicuos a través de la tenue niebla
de plata; el rocío refulgía sobre las hojas amarillas y las telarañas centelleaban
en los arbustos. Sam caminaba junto a Frodo, sin decir nada, pero husmeando el
aire y mirando una y otra vez con ojos asombrados las grandes elevaciones del
este. La nieve blanqueaba las cimas.
En una vuelta del sendero, sentados en un banco tallado en la Piedra,
tropezaron con Gandalf y Bilbo que conversaban, abstraídos.
—¡Hola! ¡Buenos días! —dijo Bilbo—. ¿Listo para el gran Concilio?
—Listo para cualquier cosa —respondió Frodo—. Pero sobre todas las cosas
me gustaría caminar un poco y explorar el valle. Me gustaría visitar esos pinares
de allá arriba. —Señaló las alturas del lado norte de Rivendel.
—Quizás encuentres la ocasión más tarde —dijo Gandalf—. Hoy hay mucho
que oír y decidir.
De pronto mientras caminaban se oyó el claro tañido de una campana.
—Es la campana que llama al Concilio de Elrond —exclamó Gandalf—.
¡Vamos! Se requiere tu presencia y la de Bilbo.
Frodo y Bilbo siguieron rápidamente al mago a lo largo del camino serpeante
que llevaba a la casa; detrás de ellos trotaba Sam, que no estaba invitado y a
quien habían olvidado por el momento. Gandalf los llevó hasta el pórtico donde
Frodo había encontrado a sus amigos la noche anterior. La luz de la clara mañana
otoñal brillaba ahora sobre el valle. El ruido de las aguas burbujeantes subía
desde el espumoso lecho del río. Los pájaros cantaban y una paz serena se
extendía sobre la tierra. Para Frodo, la peligrosa huida, los rumores de que la
oscuridad estaba creciendo en el mundo exterior, le parecían ahora meros
recuerdos de un sueño agitado, pero las caras que se volvieron hacia ellos a la
entrada de la sala eran graves.
Elrond estaba allí y muchos otros que esperaban sentados en Silencio,
alrededor. Frodo vio a Glorfindel y Glóin; y en un rincón estaba sentado Trancos,
envuelto otra vez en aquellas gastadas ropas de viaje. Elrond le indicó a Frodo
que se sentara junto a él y lo presentó a la compañía, diciendo:
—He aquí, amigos míos, al hobbit Frodo, hijo de Drogo. Pocos han llegado
atravesando peligros más grandes o en una misión más urgente.
Luego señaló y nombró a todos aquellos que Frodo no conocía aún. Había un
enano joven junto a Glóin: su hijo Gimli. Al lado de Glorfindel se alineaban otros