Page 422 - El Señor de los Anillos
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raramente. Una o dos veces oyeron el movimiento rápido y el sonido quejoso de
      unas alas de cisnes y alzando los ojos vieron una bandada que atravesaba el cielo.
        —¡Cisnes! —dijo Sam—. ¡Y muy grandes!
        —Sí —dijo Aragorn—, cisnes negros.
        —¡Qué inmenso y desierto y lúgubre me parece todo este país! —dijo Frodo
      —. Siempre creí que yendo hacia el sur uno encontraba regiones cada vez más
      cálidas y alegres, hasta que ya no había invierno.
        —Pero aún no hemos llegado bastante al sur —dijo Aragorn—. Todavía es
      invierno y estamos lejos del mar. Aquí el mundo es frío y la primavera llega
      bruscamente;  puede  haber  nieve  todavía.  Allá  abajo  en  la  Bahía  de  Belfalas
      donde desemboca el Anduin, las tierras son más cálidas y alegres, quizás, o lo
      serían si no existiera el enemigo. Pero no creo que estemos a más de sesenta
      leguas, me parece, al sur de la Cuaderna del Sur en tu Comarca, a cientos de
      millas  más  allá.  Ahora  estás  mirando  hacia  el  sudoeste,  por  encima  de  las
      llanuras septentrionales de la Marca de los Jinetes, Rohan, el país de los Señores
      de los Caballos. No tardaremos en llegar a las bocas del Limclaro que desciende
      de Fangorn para unirse al Río Grande. Esa es la frontera norte de Rohan y todo lo
      que  se  extiende  entre  el  Limclaro  y  las  Montañas  Blancas  perteneció  en  otro
      tiempo  a  los  Rohirrim.  Es  una  tierra  amable  y  rica,  de  pastos  incomparables,
      pero en estos días nefastos la gente no habita junto al río ni cabalga a menudo
      hasta la orilla. El Anduin es ancho y sin embargo los orcos pueden disparar sus
      flechas  por  encima  de  la  corriente,  y  se  dice  que  en  los  últimos  años  se  han
      atrevido a atravesar las aguas y atacar las manadas y establos de Rohan.
        Sam miraba a una y otra orilla, intranquilo. Antes los árboles habían parecido
      hostiles, como si ocultaran ojos secretos y peligros inminentes. Ahora deseaba
      que  los  árboles  estuviesen  todavía  allí.  Le  parecía  que  la  Compañía  estaba
      demasiado expuesta, navegando en botes abiertos entre tierras que no ofrecían
      ningún abrigo y en un río que era una frontera de guerra.
        En los dos o tres días siguientes, mientras avanzaban regularmente hacia el
      sur, esta impresión de inseguridad invadió a toda la Compañía. Durante un día
      entero empuñaron las palas para apresurar la marcha. Las orillas desfilaron. El
      río pronto se ensanchó y se hizo más profundo; unas largas playas pedregosas se
      extendieron  al  este  y  había  bancos  de  arena  en  el  agua,  que  demandaban
      atención.  Las  Tierras  Pardas  se  elevaron  en  planicies  desiertas,  sobre  las  que
      soplaba un viento helado del este. En el otro lado los prados se habían convertido
      en terrenos quebrados de hierba seca, en una región de matas y zarzas. Frodo se
      estremeció recordando los prados y fuentes, el sol claro y las lluvias suaves de
      Lothlórien.  En  los  botes  no  había  mucha  conversación  y  ninguna  risa.  Todos
      parecían ensimismados.
        El corazón de Legolas corría bajo las estrellas de una noche de verano en
      algún  claro  septentrional  entre  los  bosques  de  hayas;  Gimli  tocaba  oro
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