Page 589 - El Señor de los Anillos
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atinaban a" cortarlas o desengancharlas. Habían puesto ya centenares de largas
escalas. Muchas caían rotas en pedazos, pero eran reemplazadas en seguida, y
los orcos trepaban por ellas como los monos en los oscuros bosques del sur. A los
pies del muro, los cadáveres y los despojos se apilaban como pedruscos en una
tormenta; el lúgubre montículo crecía y crecía, pero el enemigo no cejaba.
Los hombres de Rohan empezaban a sentirse fatigados. Habían agotado todas
las flechas y habían arrojado todas las lanzas; las espadas estaban melladas y los
escudos hendidos. Tres veces Aragorn y Eomer consiguieron reorganizarlos y
darles ánimo, y tres veces Andúril flameó en una carga desesperada que obligó
al enemigo a alejarse del muro.
De pronto un clamor llegó desde atrás, desde el Abismo. Los orcos se habían
escabullido como ratas hacia el canal. Allí, al amparo de los peñascos, habían
esperado a que el ataque creciera y que la mayoría de los defensores estuviese
en lo alto del muro. En ese momento cayeron sobre ellos. Ya algunos se habían
arrojado a la garganta del Abismo y estaban entre los caballos, luchando con los
guardias.
Con un grito feroz cuyo eco resonó en los riscos vecinos, Gimli saltó del
muro.
Khazâd! Khazâd! —Pronto tuvo en qué ocuparse—. ¡Ai-oi! —gritó—. ¡Los
orcos están detrás del muro! ¡Ai-oi! Ven aquí, Legolas. ¡Hay bastante para los
dos! Khazâd ai-mênu!
Gamelin el viejo observaba desde lo alto de Cuernavilla y escuchaba por encima
del tumulto la poderosa voz del enano.
—¡Los orcos están en el Abismo! —gritó—. ¡Helm! ¡Helm! ¡Adelante,
Helmingas! —mientras bajaba a saltos la escalera del Peñón, seguido por
numerosos hombres del Folde Oeste.
El ataque fue tan feroz como súbito y los orcos perdieron terreno.
Arrinconados en los angostos desfiladeros de la garganta, todos fueron muertos o
cayeron aullando al precipicio frente a los guardias de las cavernas ocultas.
—¡Veintiuno! —exclamó Gimli. Blandió el hacha con ambas manos y el
último orco cayó tendido a sus pies—. ¡Ahora mi haber supera otra vez al de
maese Legolas!
—Hemos de cerrar esta cueva de ratas —dijo Gamelin—. Se dice que los
enanos son diestros con las piedras. ¡Ayúdanos, maestro!
—Nosotros no tallamos la piedra con hachas de guerra, ni con las uñas —dijo
Gimli—. Pero ayudaré tanto como pueda.
Juntaron todos los guijarros y cantos rodados que encontraron en las
cercanías y bajo la dirección de Gimli los hombres del Folde Oeste bloquearon la
parte interior del canal, dejando sólo una pequeña abertura. Asfixiada en su