Page 971 - El Señor de los Anillos
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los ojos y dijo:
—¡Eomer! ¿Qué dicha es ésta? Me decían que estabas muerto. Pero no, eran
las voces lúgubres de mi sueño. ¿Cuánto tiempo he estado soñando?
—No mucho, hermana mía —respondió Eomer—. ¡Pero no pienses más en
eso!
—Siento un cansancio extraño —dijo ella—. Necesito reposo. Pero dime ¿qué
ha sido del Señor de la Marca? ¡Ay de mí! No me digas que también eso fue un
sueño, porque sé que no lo fue. Ha muerto, tal como él lo había presagiado.
—Ha muerto, sí —dijo Eomer—, pero rogándome que le trajera un saludo de
adiós a Eowyn, más amada que una hija. Yace ahora en la Ciudadela de Gondor
con todos los honores.
—Es doloroso, todo esto —dijo ella. Y sin embargo, es mucho mejor que todo
cuanto yo me atrevía a esperar en aquellos días sombríos, cuando la dignidad de
la Casa de Eorl amenazaba caer más bajo que el refugio de un pastor. ¿Y qué ha
sido del escudero del rey, el Mediano? ¡Eomer, tendrás que hacer de él un
Caballero de la Marca, porque es un valiente!
—Reposa cerca de aquí en esta casa, y ahora iré a asistirlo —dijo Gandalf—.
Eomer se quedará contigo. Pero no hables de guerra e infortunios hasta que te
hayas recobrado. ¡Grande es la alegría de verte despertar de nuevo a la salud y a
la esperanza, valerosa dama!
—¿A la salud? —dijo Eowyn—. Tal vez. Al menos mientras quede vacía la
silla de un jinete caído, y yo la pueda montar, y haya hazañas que cumplir. ¿Pero
a la esperanza? No sé.
Cuando Gandalf y Pippin entraron en la habitación de Merry, ya Aragorn estaba
de pie junto al lecho.
—¡Pobre viejo Merry! exclamó Pippin, corriendo hasta la cabecera; tenía la
impresión de que su amigo había empeorado, que tenía el semblante ceniciento,
como si soportara el peso de largos años de dolor; de pronto tuvo miedo de que
pudiera morir.
—No temas le dijo Aragorn. He llegado a tiempo, he podido llamarlo. Ahora
está extenuado, y dolorido, y ha sufrido un daño semejante al de la Dama
Eowyn, por haber golpeado también él a ese ser nefasto. Pero son males fáciles
de reparar, tan fuerte y alegre es el espíritu de tu amigo. El dolor, no lo olvidará;
pero no le oscurecerá el corazón, y le dará sabiduría.
Y posando la mano sobre la cabeza de Merry, le acarició los rizos castaños, le
rozó los párpados, y lo llamó. Y cuando la fragancia del athelas inundó la
habitación, como el perfume de los huertos y de los brezales a la luz del sol
colmada de abejas, Merry abrió de pronto los ojos y dijo:
—Tengo hambre. ¿Qué hora es?