Page 11 - Edicion 767 El Directorio
P. 11

no puedo asegurar que fue- ron mis atacantes”.
Llegó hasta un restaurante donde le dieron una frazada, no se había dado cuenta de que había salido corriendo desnuda de la casa.
“Todavía estaba sangrando y luego mi visión comenzó a borrarse. Me desmayé”
remba, regresó al hospital y fue allí donde escuchó algo en la radio que la dejó sin palabras.
La noticia decía que Cons- tantine Sseremba y su pa- reja de 21 años, Susan Kigula, habían sido asesina- dos en un intento de un robo.
“Pensé: ‘Dios mío, la per-
estaba traumatizado y con- fundido y que la gente se daría cuenta de mi inocen- cia. No tenía idea de cómo funcionaba el sistema legal”.
No contrató a un abogado. No podía pagar uno y, de todos modos, confiaba en su inocencia.
nas en prisión, Kigula, que entonces tenía 24 años, y las aproximadamente 50 mujeres de su sección, ha- blaban entre sí sobre su in- minente muerte, sobre quién cuidaría de sus hijos afuera de la cárcel.
“A medida que conocía a las mujeres, comencé a ente- rarme de que muchas de ellas, como yo, habían sido acusados erróneamente de crímenes. Algunas eran cul- pables, pero ninguna de ellas merecía ser conde- nada a muerte porque los crímenes que habían come- tido eran crímenes pasiona- les”, recuerda.
“Algunos de los asesinatos fueron resultado de años de abuso sexual y físico por parte de sus parejas. Me convertí en una líder entre los presas. Pensé que tenía- mos que hacer algo, cam- biar nuestra actitud”.
Kigula creó un coro, escribió canciones, comenzó a prac- ticar deporte y dirigió la compañía de danza de la prisión.
Se enteró de que los hom- bres del ala vecina tenían acceso a la educación, mientras que las mujeres no.
Preguntó entonces a la ad- ministración de la peniten- ciaria si un pequeño grupo de ellas podría tomar cursos de Historia, Economía, Divi- nidad y Gestión a nivel de escuela secundaria.
Las autoridades de la cárcel le preguntaron cómo pla- neaba operar una escuela sin maestros.
“Déjame intentar y ser la
Pero dos años más tarde, Susan Kigula y Patience
Nansamba fueron declara- das culpables del asesinato de Constantine Sseremba, en base al testimonio del niño de cinco años.
La condena por asesinato vino con una sentencia de muerte obligatoria: el mé- todo sería el ahorcamiento.
Cuando escuchó la senten- cia, Kigula miró a su hija de tres años, sentada con sus padres, y rompió a llorar.
Sorpresa
Kigula se despertó horas después en el hospital, con la herida en la parte poste- rior del cuello todavía san- grando.
Supo entonces que su pa- reja había muerto y que su funeral sería al día si- guiente.
Le dijeron que su familia es- taba cuidando a su hija y los parientes de Sseremba se habían llevado al varón.
“Mi mente era un torbellino. No podía entender lo que había sucedido o por qué”.
No había un motivo obvio para el ataque. No se roba- ron nada.
Después del funeral de Sse-
sona detrás de lo sucedido había pagado por un obitua- rio suponiendo que ambos ya estaríamos muertos'”.
Tres días después, Kigula recibió una visita de la poli- cía.
Para su asombro, la acusa- ron de asesinato y la lleva- ron directamente a una prisión de máxima seguri- dad en las afueras de Kam- pala, para esperar el juicio.
La familia de Sseremba ase- guró a la policía que su hi- jastro de tres años había visto a Kigula y a la sirvienta matar al padre.
“Fui ingenua en ese mo- mento. Pensé que obvia- mente, todo era es un error, que el pobre muchacho solo
En prisión
Cinco años después de este
Edición 767 Del 19 al 25 de abril del 2018
El Directorio Comercial Latino de Montreal 11
episodio, Kigula seguía en prisión. Compartía una celda construida para una persona con otras tres muje- res. El inodoro era un balde.
“Todos los días me desper- taba y pensaba: ‘¿Hoy me colgarán?'”, dice.
Un informe de 2011 reali- zado por Human Rights Watch en las cárceles de Uganda decía que los prisio- neros a menudo dormían sobre un hombro, agrupa- dos de forma tal que solo podían moverse si se movía la fila entera.
Kigula no quiere hablar de eso. Prefiere contar la histo- ria de cómo obtuvo su liber- tad.
Durante las primeras sema-
Historias


































































































   9   10   11   12   13