Page 58 - Libro El Perú en la Antártida
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EL PERÚ EN LA ANTÁRTIDA
Las naves HMS Resolution y HMS Adventure pintadas por William Hodges en 1776.
de conquista y riqueza entre los conquistadores españoles. En 1539, Pedro Sancho de la Hoz, antiguo secretario de Francisco Pizarro, obtuvo el permiso real para colonizar las tierras del estrecho de Magallanes y sus alrededores, expedición que no llegaría a cristalizarse, pues su futuro capitán falleció.
En 1604, el Almirante Gabriel de Castilla encabezó una expedición que partió del Callao hacia Valparaíso con la finalidad de alejar el peligro que significaba la presencia de los corsarios holandeses; sin embargo, la expedición se aden- traría hacia el sur alcanzando el paralelo 64°, navegando por mares antárti- cos. Los testimonios de aquellos años señalaban que existía una tierra “muy alta y montañosa, cubierta de nieve, como el país de Noruega, toda blanca, que parecía extenderse hasta las islas Salomón”. En las primeras décadas del siglo XVII, las sucesivas expediciones iban descubriendo las diversas tie- rras existentes en el hemisferio sur: Australia, las islas Shetland, entre otras,
lo que daba la impresión, en aquellos exploradores, que los territorios descu- biertos tenían alguna conexión o incluso estaban unidos con la denominada Gran Tierra del Sur.
A finales de la década de 1760, el explorador británico James Cook, en un viaje de exploración del Pacífico Sur, circunnavegó el continente australia- no, en especial Nueva Zelanda, desbaratando la idea aún predominante de que dichos territorios estaban unidos a la denominada Terra Australis. Entre 1771 y 1775, Cook, al mando de la nave HSM Resolution, realizó otra expedi- ción, esta vez de circunvalación a tierras antárticas, aunque no llegó a divisar tierra alguna debido a los enormes bancos de hielo en los alrededores, por lo que la determinó “Tierra del sur que ha ganado la atención de algunas poten- cias marítimas por cerca de dos centurias pasadas y de geógrafos de todas las épocas, en realidad existe, debe situarse al sur del paralelo 60°”.
En 1815 el Almirante irlandés al servicio de Argentina, Guillermo Brown, reali- zó una expedición desde Buenos Aires a las costas del Pacífico sudamericano con el fin de hostilizar a los realistas del Virreinato peruano. En su trayectoria fuertes vientos producto de un mal temporal arrastraron dos naves de la expe- dición hasta el paralelo 65o. El informe de Brown señala que “en cuyo paraje, la mar se les presentó muy llana con horizonte claro y sereno, sin malos signos, lo que indicaba que no estaba muy lejos de la tierra...”. En febrero de 1818, el comerciante Juan Pedro Aguirre presentó ante el Consulado de Buenos Aires una solicitud para que se le autorizara realizar actividades de pesca y de caza de lobos marinos en las zonas circundantes del Polo Sur.
Sin embargo, no sería aún los años en que el hombre observara directamen- te tierras antárticas. Y es que a diferencia del polo ártico, que constituía una vía de paso por su cercanía geográfica a los continentes americano, europeo y asiático; el polo antártico rodeado de tierras desconocidas, mares y enormes bancos de hielo, se mantenía inhóspito, presente en la mentalidad como una promesa de tierra por explorar con fines comerciales y científicos. Aún no se vislumbraría por parte de las potencias un interés político, con debates sobre soberanía, posesión o derecho.
Literatura sobre la Antártida
Existe una novela de ficción sobre antártida que lleva por título: “Mundes Alter et Idem” (Otro mundo y a la vez el mismo), escrita en 1605 por el ingles Bishop Joseph Hall, en donde realiza un viaje en el barco Fantasia a los mares meridionales del sur .
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