Page 79 - Libro El Perú en la Antártida
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UN CONTINENTE POBLADO
Conforme se avanzaba a la mitad del siglo XX, mucho era lo que se había avanzado en la exploración y conocimiento de la Antártida: la edad heroica había presentado al mundo las tierras australes, en tanto que los recorridos aéreos habían tenido como consecuencia levantamien-
tos cartográficos con mayor precisión. Quedaba pendiente resolver aun temas cruciales en donde términos como historia, ocupación, uso y soberanía serían esgrimidos constantemente por muchas potencias que ya develaban su total interés por tener presencia en la Antártida, evocando aquellos años de pugna entre los imperios europeos por las nuevas tierras americanas o, adelantándo- nos en el tiempo, las nuevas tierras africanas. No obstante, a diferencia de aque- llas coyunturas, no serían enfrentamientos bélicos o bloqueos de puertos los medios usados para resolver las controversias, sino se apelaría a las figuras jurí- dicas conjuntamente con nociones de cooperación internacional y explotación conjunta de aquellos parajes inhóspitos. Asimismo, los países sudamericanos tendrían injerencia por derecho propio en este proceso arduo y lento que hasta nuestros días, podemos sostener, aún no está culminado del todo.
EL PROBLEMA DE LA SOBERANÍA Y SUS CORRIENTES
El territorio antártico, al igual que la zona ártica configuró un caso especial en el desarrollo y ocupación humana, dada su ubicación y sus condiciones especia- les para la supervivencia. Los conceptos de soberanía y su implicancia jurídica serían importantes en este proceso.
De acuerdo con el abogado chileno Francisco Orrego Vicuña, en el tema de la soberanía antártica las primeras opiniones surgidas no hablaban de la sobera- nía en exclusiva de una nación sino más bien de una propiedad internacional. Citando al jurista francés Paul Fauchille se señala:
“Por el hecho de constituir territorios, las regiones polares son susceptibles de apropiación. Pero, como son territorios congelados, no son realmente habitables, son únicamente explotables...En consecuencia, toda la riqueza de los polos pertenece a todos los Estados y puede ser explotada por todos ellos.”
No obstante, surgieron también corrientes de pensamiento que invocaban títulos históricos para una adquisición de soberanía, reclamada en tribunales y cuyas sentencias quedaron como una influencia poderosa en el derecho inter- nacional. Esta no sólo se dio en el ámbito antártico sino también en el ártico. Orrego Vicuña cita al estadista francés Gilbert Gidel, quien opinaba lo contrario que Fauchille, señalando que en cualquier espacio en el que se llevaran activi- dades humanas debía estar sujeto a un régimen jurídico bajo el riesgo de caer en la anarquía. Dicho régimen era el de la soberanía, por lo que: “la pretendida imposibilidad de obtener soberanía mediante la ocupación de las tierras pola- res debido a su carácter inhabitable está fundada en una falsa premisa jurídi- ca”. Fue esta corriente de opinión la que prevalecería finalmente.
Esta corriente de opinión prevalecería finalmente imponiéndose la necesidad de efectuar reclamaciones de soberanía de acuerdo a los intereses políticos y económicos vigentes en los Estados de finales del siglo XIX e inicios del XX. Se esgrimieron entonces dos razones fundamentales:
- Participación en el proceso de descubrimiento a través de los títulos históricos.
- Presencia efectiva en el territorio en cuestión.
Asimismo, existieron criterios distintos para legitimar derechos directos a determinados territorios. Vale la pena detenernos un momento para esclare- cer los principales argumentos sobre los cuales se asentaban dichas preten- siones. Dos teorías se resaltan en ello:
- TEORÍA DE LOS SECTORES POLARES
Esta corriente se dio a inicios del siglo XX y resaltaba el criterio de vecindad y continuidad geográfica a las áreas polares, por lo cual, los países que se encontraban contiguos a dichos territorios tendrían derechos de soberanía proyectando su configuración territorial sobre el mismo. Esta teoría que sur- gió para su aplicación en el Polo Norte, se hizo extensiva luego a la Antártida. No obstante, la situación para este último caso era distinta, ya que – a dife- rencia del extremo norte donde el mar presente un estado de congelación casi perenne - los océanos que rodean la Antártida sí constituyen un factor
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