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difícilmente alguien puede reunir tantas cosas, pero tú
cada rato lo logras.
No soy yo, es Dios que siempre me ilumina, y tú que
me inspiras, y con esos dos elementos se logra
cualquier cosa.
Cantando felices y hablando todos a la vez, llegamos a
Navolato.
El Doctor sentado placidamente en una postrona, nos
esperaba nervioso. Cuando nos vio llegar, se levantó,
besó y abrazó a sus dos felices hijas.
No les pregunto como les fue, porque con esas caras de
felicidad, las palabras sobran. Nos despedimos, pues
aún teníamos mucho trabajo por hacer.
Tanto tiempo, gasto y esfuerzo había valido la pena, y
gracias a Dios todo salió estupendo.
La siguiente semana Renata salió a México, regresó
cinco días después con todo arreglado, pasaría dos
semanas con su papá, y después iría al Conservatorio
un largo y eterno año.
Tres días antes de la dolorosa partida, pedí una semana
de permiso para estar todo el tiempo con Renata. Al dia
siguiente toqué la puerta, se escuchaba el piano, me
abrió Rina, con la mano me indicó que pasara,
silenciosamente entré y me senté a escuchar la
apasionada interpretación de la futura concertista.
Con los ojos cerrados, mi imaginación volaba, oí que
se abría la puerta y vi entrar a una elegante señora
acompañada del Doctor.