Page 282 - Hauser
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Naturalismo e  impresionismo







                  convertido en tragicomedia;  la genialidad del odio, en una sabidu­


                  ría filantrópica, casi conciliadora, en un sentido más abierto y más


                  alto del  humor, que contempla probablemente  todo con  una  inal­



                  terable objetividad, pero que, al mismo tiempo, reconoce  la relati­


                  vidad  de las cosas y la debilidad de todo lo humano.  Naturalm en­


                  te,  esto  provoca  una  cierta  frivolidad  en  el  tono  del  escritor,  algo



                  de  la  tolerancia  del  «todo  comprendido,  todo  perdonado».  ¡Pero


                  cuán lejos está Stendhal del conformismo de la burguesía posterior,


                  que perdona todo dentro de sus convencionalismos, pero  nada fue­


                  ra  de  ellos!  ¡Qué  diferencia entre  los  valores  vitales  en  una y  otra



                  parte!  ¡Qué entusiasmo en Stendhal por la juventud, el valor, la in­


                  teligencia, el deseo de felicidad, el  talento para crear la felicidad y


                  disfrutarla,  y  qué  fatiga,  que  desilusión,  qué  miedo  a  la  felicidad



                  en la burguesía triunfante y situada!  «Yo debiera ser más  feliz que


                   los  demás,  porque  poseo  todo  lo  que  ellos  no  tienen...»,  dice  el


                  conde Mosca.  «Pero seamos  honrados,  este pensamiento  debe des­


                   figurar  mi  sonrisa..., debe darme expresión  de egoísmo y  de vani­



                   dad...  Por  el  contrario,  ¡cuán placentera es su  sonrisa!»  (Piensa en


                   Fabricio.)  «Tiene la expresión de la fácil felicidad de la primera ju­


                  ventud, y  la crea en los demás.»  Y, a pesar de esto,  Mosca  no es  ni



                   mucho menos un canalla.  Es, simplemente, débil, y se ha vendido.


                   Sin  embargo,  Stendhal  hace  un  gran  esfuerzo  para  comprenderle.


                   Se pregunta ya en Rojo y negro:  «¿Quién sabe lo que ocurre en el ca­


                   mino  de  una  gran  hazaña?»  «Danton  robó,  Mirabeau  se  vendió.



                   Napoleón robó millones en Italia sin que sacara provecho apenas...


                   Solamente Lafayette no robó nunca.  ¿Se debe robar, debe uno ven­


                   derse?»  Evidentemente, se trata de algo más que de los millones de



                   Napoleón.  Stendhal  descubre la inexorable dialéctica de  las accio­


                   nes  condicionadas  por  la  realidad  material,  del  materialismo  de


                   roda existencia y  de  toda vida práctica.  Un  descubrimiento  estre-


                   mecedor para  un hombre  que era romántico nato, aunque  hubiera



                   de luchar con tan fuertes inhibiciones.


                             En  ningún  representante  del  siglo  XIX  están  tan  repartidas


                   por  igual  las  seducciones  del  romanticismo  y  la  resistencia  a  él



                   como en Stendhal.  Este es el origen de la falta de armonía en su fi­


                   losofía política.  Stendhal es racionalista y positivista estricto; toda






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