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Naturalismo e  impresionismo







                  su  éxito  y  su  influencia  momentáneos,  se  refieren  a  dos  series  de



                  hechos completamente divergentes.  Un Octave Feuillet o un Paul


                  Baudry,  que en  nuestros libros  de texto ocupan diez líneas,  alcan­


                  zan  en  la  conciencia  del  público  contemporáneo  incomparable­



                  mente más espacio que Flaubert o Courbet, a los que  nosotros de­


                  dicamos  muchas  páginas.  La  vida  artística  del  Segundo  Imperio


                   está  dominada  por  una producción  fácil  y  placentera,  destinada  a


                   la  cómoda  y  mentalmente  perezosa  burguesía.  La  burguesía,  que



                   hace  surgir  la  pretenciosa  arquitectura  de  la  época,  basada  en  los


                   modelos más grandiosos, pero habitualmente vacía e inorgánica, y


                   que llena sus viviendas con los artículos seudohistóricos más caros,



                  pero  completamente  superfluos  con  frecuencia,  fomenta  una pin­


                   tura que no es otra cosa que una agradable decoración para las pa­


                   redes,  una  literatura  que  no  es  más  que  una  diversión  apacible,


                   una  música  que  es  fácil  e  insinuante,  y  un  drama  que  celebra  su



                   triunfo con  los  trucos de  la piéce bien faite,  El gusto  malo,  incierto


                   y  fácil  de  contentar  se  pone  de  moda,  y  el  arte  verdadero  se  con­


                   vierte  en  posesión  de  una  pequeña  capa  de  conocedores,  que  no



                   está en condiciones de ofrecer a los artistas una compensación ade­


                   cuada a sus  obras.


                             El  naturalismo,  que  contiene  en  germen  toda  la  evolución



                   posterior y puede reclamar como suyas las creaciones artísticas más


                   importantes del siglo, es el arte de la oposición, es decir el estilo de


                   una  reducida  minoría tanto  entre los artistas como entre el públi­


                   co.  Es objeto de  un ataque concentrado por parte de la Academia,



                   de la Universidad y de la crítica; en suma, de todos los círculos ofi­


                   ciales e influyentes. Y la hostilidad se agudiza tan pronto como los


                   objetivos  y  principios  del  movimiento se  hacen  más  precisos,  y  el


                   llamado  «realismo»  se  desarrolla  convirtiéndose  en  el  «naturalis­



                   mo».  Semejante separación de ambas  fases,  cuyas  fronteras  en rea­


                   lidad  son  borrosas,  demuestra  ser  inútil  por  completo  desde  un


                   punto  de vista práctico,  cuando no justamente desconcertante.  De



                   cualquier manera,  es más conveniente denominar naturalismo a  la


                   totalidad  del  movimiento  artístico  en  cuestión  y  reservar  el  con­


                   cepto  de  realismo para  la  filosofía opuesta al  romanticismo y  a su


                   idealismo.  El  naturalismo como estilo artístico y el  realismo como







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