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Historia social de  ia literatura y el arte








                 tro y exageró la apariencia de grandeza, tanto más cuanto más des­


                 cuidaba  la  verdadera  grandeza  espiritual.  Hay,  en  efecto,  dos  im­


                 pulsos distintos que conducen a la sociedad a formas ceremoniales,



                 grandiosas  y  pretenciosas:  de  una  parte,  puede  verse  impelida  a


                 buscar la grandeza porque ésta va de acuerdo con su modo natural


                 de vida; de otra,  el furor por lo colosal puede ser debido a la nece­


                 sidad  de  compensar una  debilidad  sentida  más  o  menos  dolorosa­



                 mente.  El  Barroco del  siglo  XVIII correspondía a  las  grandes pro­


                 porciones  en  que  la  corte  y  la  aristocracia  de  la  época  absolutista


                 respiraban  y  se  movían  naturalmente;  el  seudobarroco  del  siglo



                 XIX corresponde a las ambiciones con que la burguesía triunfante


                 trataba de llenar este formato. La ópera se convirtió en el género fa­


                 vorito de la burguesía porque ningún otro arte  le ofrecía tan gran­


                 des posibilidades  para  la ostentación, para la pompa y  la tramoya,



                 para  la  acumulación  y  complicación  de  efectos.  El  tipo  de  ópera


                 realizado por Meyerbeer combinaba todos  los  alicientes de la esce­


                 na y creaba una mezcla heterogénea de música, canción y danza que



                 exigía ser vista tanto como ser oída,  y en  la que  todos  los elemen­


                 tos eran concebidos para seducir y abrumar al público.  La ópera de


                 Meyerbeer  era  un  gran  programa  de  variedades  cuya  unidad  con­


                 sistía más en el ritmo del espectáculo que se movía sobre la escena



                 que en el predominio absoluto de la forma musical m . Estaba con­


                 cebida para un público cuya relación con  la música era puramente


                 externa.



                           La  idea  de  la  «obra de  arte  total»  (Gesamtkunstwerk)  se  había


                 dejado  sentir  mucho  antes  de  Wagner  y  expresaba  una  necesidad


                 mucho antes ya de que nadie hubiera pensado en formularla en un


                programa fijo.  Wagner trató de justificar la naturaleza compleja de



                 la ópera por analogía con la tragedia griega, que no era en su tiem­


                 po otra cosa que un oratorio.  Pero  el  deseo de  semejante  justifica­


                 ción surgió de la heterogeneidad barroca del género, que desde Me­



                 yerbeer  amenazaba  constantemente  con  volverse  cada  vez  más


                 «informe»  y sin  «estilo». La  «gran ópera» debió su autoridad, que


                es perceptible todavía en Los maestros cantores y en Aída,  y que pro-







                           na  Paul Bekker,  Wandlungen der Oper,  1934, pág.  86.






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