En el bosque todos conocían a Milo, porque nunca, nunca, nunca, estaba tranquilo. Por las tardes, siempre exploraba Soy feroz! las montañas, repitiendo mientras caminaba: ¡ ¡ Feeeroz! ¡ Feroz! ¡Feroooooooz! ¡El más feroz de este bosque soy yo!