Mi monstruo del armario no es demasiado horrible;
si está mezclado con mis peluches, ¡nadie lo ve!
La última vez que mamá entró a hacerme la cama,
¡vi cómo le daba palmaditas en el trasero!
Si no quiero que mis otros muñecos
se pongan celosos, no tengo que hacer
ninguna diferencia entre ellos.