Page 5 - El hipopótamo de Dios
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Mi tarea


                                       como


                                       escritor C
                  Muestra gratuita

















                 Sea cual sea nuestra edad o la etapa que estemos viviendo,
                 la verdad es que somos, hasta el final, algo que está comen-
                 zando. La verdad es que solo habitamos comienzos. Nada
                 más. No vivimos otra cosa mientras estemos aquí. Nuestra es-
                 tirpe es la de los recién nacidos, por lo tanto. Una de las más
                 bellas frases que conozco pertenece a una página de la Biblia,
                 de la Primera carta de Pedro. Y la frase dice (u ordena) lo si-
                 guiente: “como niños recién nacidos, desead” (1P 2,2). Somos,
                 incluso con siglos de vida encima, “niños recién nacidos”. Y
                 debemos mucho a la misteriosa fragilidad de los recién naci-
                 dos que, en el fondo, será siempre la nuestra.
                   El nacimiento debe ser reconocido como estructura
                 fundante de la vida, su imborrable arquitectura primaria, y
                 no solo como una de su formas ocasionales, furtivas y po-
                 sibles. Cuánta sabiduría hay en el poema de Lao-Tse:
                 “Cuando los hombres entran en la vida son tiernos y frági-
                 les; cuando mueren están rígidos y duros. Por eso los rígi-
                 dos y duros se convierten en mensajeros de muerte y los

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