Page 423 - Dune
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—¡Por supuesto que no lo es!
               Jessica se sintió sorprendida por la vehemencia del tono de Harah, y miró a Alia.
           La niña parecía perdida en sus pensamientos, irradiando una impresión de… espera.

           Jessica volvió de nuevo su vista a Harah.
               —Respeto el hecho de que eres un miembro de la casa de mi hijo —dijo Jessica.
           Alia  se  agitó  contra  su  mano—.  Puedes  hablarme  abiertamente  de  todo  lo  que  te

           atormenta.
               —Muy pronto ya no formaré parte de la casa de tu hijo —dijo Harah—. Si he
           esperado  tanto  tiempo  ha  sido  tan  sólo  por  el  bien  de  mis  hijos,  por  la  educación

           especial que ellos han recibido en tanto que hijos de Usul. Es lo menos que les podía
           dar, ya que es bien sabido que no comparto el lecho de tu hijo.
               Alia se agitó de nuevo al lado de su madre, medio adormilada.

               —Sin embargo, tú has sido una buena compañera para mi hijo —dijo Jessica. Y
           añadió  para  sí  misma,  porque  estos  pensamientos  no  la  abandonaban  nunca:

           Compañera… no esposa. Luego sus pensamientos se centraron en el tema común de
           conversación del sietch, la unión de Paul con Chani, que se había transformado en
           algo permanente, en matrimonio.
               Quiero a Chani, pensó Jessica, pero se recordó a sí misma que el amor tendría

           que haberse anulado ante las necesidades de su condición. En los matrimonios de la
           nobleza había siempre otras razones distintas a la del amor.

               —¿Crees que ignoro lo que planeas para tu hijo? —preguntó Harah.
               —¿Qué es lo que quieres decir? —murmuró Jessica.
               —Tu plan es unir a las tribus bajo Él —dijo Harah.
               —¿Y esto es malo?

               —Veo un peligro para él… y Alia es parte de este peligro.
               Alia se apretó contra su madre, abrió sus ojos y estudió a Harah.

               —Os  he  observado  cuando  estáis  juntas  —dijo  Harah—,  la  forma  en  que  os
           tocáis. Alia es como parte de mi propia carne porque es la hermana de un hombre que
           es como un hermano para mí. La he velado y custodiado desde que era una recién
           nacida, desde los días de la razzia, cuando vinimos huyendo hasta aquí. Sé muchas

           cosas acerca de ella.
               Jessica asintió, notando que la agitación de Alia crecía a su lado.

               —Sabes lo que quiero decir —dijo Harah—. La forma en que siempre ha sabido
           lo que íbamos a decir. ¿Se ha visto alguna vez un niño que lo supiera ya todo acerca
           de la disciplina del agua? ¿Qué otro niño hubiera dicho como primeras palabras: Te

           quiero, Harah? —Miró a Alia—. ¿Por qué crees que he aceptado sus insultos? Sé que
           no hay malicia en ellos.
               Alia alzó la mirada hacia su madre.

               —Sí,  tengo  poderosas  razones,  Reverenda  Madre  —dijo  Harah—.  Hubiera




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