Page 441 - Dune
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su amigo, había muerto. Se preguntó entonces si quedaba aún en él algo del
muchacho que había conocido y al que había adiestrado en el arte de la lucha.
Paul avanzó un paso hacia Gurney, sintiendo que algo le escocía en los ojos.
—Gurney…
Pareció que todo ocurriera sin el concurso de sus voluntades: se encontraron el
uno en brazos del otro, palmeándose las espaldas, comprobando el reconfortante
contacto de la sólida carne.
—¡Condenado muchacho! ¡Condenado muchacho! —repetía una y otra vez
Gurney.
Y Paul:
—¡Gurney! ¡Viejo Gurney!
Luego se separaron, mirándose el uno al otro. Gurney inspiró profundamente.
—Así que es gracias a ti que los Fremen son tan hábiles en las tácticas de batalla.
Tendría que haberlo comprendido. Hacen cosas que sólo yo podría hacer. Si tan sólo
hubiera comprendido… —agitó la cabeza—. Si tan sólo hubieras enviado un
mensaje, muchacho. Nada hubiera podido detenerme. Hubiera venido corriendo y…
Una expresión en los ojos de Paul le interrumpió… una expresión dura,
calculadora.
Gurney suspiró.
—Y alguien, seguro, se hubiera preguntado por qué Gurney Halleck se había ido
tan precipitadamente, y alguien hubiera hecho algo más que formularse simples
preguntas. Hubieran iniciado una caza para buscar las respuestas.
Paul asintió, observando a los Fremen que estaban esperando a su alrededor… las
curiosas miradas valorativas en los rostros de los Fedaykin. Apartó la vista de sus
comandos de la muerte y la volvió a posar en Gurney. El haber encontrado a su viejo
maestro de armas le llenaba de alegría. Era como un feliz presagio, la señal de que el
curso del futuro le sería propicio.
Con Gurney a mi lado…
Miró más allá de la cresta y de los Fedaykin, estudiando a los contrabandistas que
habían venido con Gurney.
—¿De qué lado están tus hombres, Gurney? —preguntó.
—Todos son contrabandistas —dijo Gurney—. Están del lado donde hay
beneficios.
—Nuestra aventura promete muy pocos beneficios —dijo Paul, y captó el
imperceptible gesto que le había hecho Gurney con su mano derecha… el viejo
código manual de otros tiempos. Le estaba diciendo que entre los contrabandistas
había hombres en los que uno no podía confiar.
Llevó una mano a sus labios para indicar que había comprendido, y alzó la mirada
hacia los hombres que permanecían de guardia entre las rocas. Vio allí a Stilgar. El
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