Page 66 - e-book
P. 66

AUTOR                                                                                               Libro
                     ¿Qué estaba haciendo? Debería rehuir ese recuerdo lo más deprisa posible,
               apartar de mi mente la imagen de aquellos hombres recostados contra la pared y
               usar el aturdimiento —sin el cual era incapaz de funcionar— para protegerme. ¿Por
               qué estaba dando un paso hacia la calle, como alelada?
                     Sin embargo, parecía una coincidencia demasiado evidente que estuviera en
               una calle oscura de Port Angeles con Jessica. Fijé la mirada en el tipo bajo y comparé
               sus facciones con las de aquel que me había amenazado aquella noche, hacía casi un
               año. Me pregunté si había alguna manera de que pudiera reconocerle, de saber si era
               él. Tenía un recuerdo muy vago precisamente de esa parte de la noche en particular.
               Mi cuerpo lo recordaba mejor que mi mente; las mismas piernas en tensión mientras
               intentaba decidir si correr o permanecer quieta, la misma sequedad en la garganta
               mientras luchaba por producir un grito lo suficientemente fuerte, la tirantez de mis
               nudillos mientras cerraba las manos en un puño, los escalofríos que me bajaban por
               la nuca mientras aquel hombre de pelo negro me llamaba «nena»...
                     Había una especie de amenaza implícita e indefinida en esos tipos, que no
               guardaba relación alguna con aquella otra noche. Tenía más que ver con el hecho de
               que eran desconocidos, la zona estaba a oscuras y nos superaban en número, aunque
               sólo en eso. Pero bastó para que la voz de Jessica sonara llena de pánico cuando me
               llamó.
                     —¡Bella, vuelve aquí!
                     La ignoré y eché a andar hacia delante despacio, sin haber tomado la decisión
               consciente de mover los pies. No entendía por qué, pero la nebulosa amenaza que
               suponían esos hombres me empujaba hacia ellos. Era un impulso sin sentido, mas yo

               no había sentido ningún tipo de impulso durante mucho tiempo... así que lo seguí.
                     Algo poco familiar estalló en mis venas. La adrenalina, ausente tanto tiempo de
               mi cuerpo, aceleró mi pulso con rapidez y me obligó a luchar contra la ausencia de
               sensaciones. Era extraño, ¿a qué se debía esa explosión de adrenalina si no tenía
               miedo? Aquello parecía un eco de la última vez que me había encontrado en esa
               situación, en una calle oscura de Port Angeles, rodeada de extraños.
                     No veía ninguna razón para sentir miedo. No podía imaginar que quedara nada
               en el mundo que pudiera darme miedo, al menos, no físicamente. Esa era una de las
               ventajas de haberlo perdido todo.
                     Ya estaba en la mitad de la calle cuando Jess me alcanzó y me agarró del brazo.
                     —¡Bella! ¡No puedes entrar en un bar! —masculló.
                     —No voy a entrar —dije como ausente, sacudiéndome su mano de encima—.
               Sólo quiero ver algo...
                     —¿Estás loca? —susurró ella—. ¿Quieres suicidarte?
                     Esa pregunta me llamó la atención, y mis ojos la enfocaron.
                     —No, no quiero.
                     Mi voz sonó a la defensiva, pero era verdad. No quería suicidarme. No lo
               consideré ni siquiera al principio a pesar de que la muerte hubiese supuesto un alivio
               para   mí,   sin   duda   alguna.   Le   debía   mucho   a   Charlie.   Sentía   también   mucha
               responsabilidad respecto a Renée, y tenía que pensar en ellos.




                                                                                                     - 66 -
   61   62   63   64   65   66   67   68   69   70   71