Page 109 - veinte mil leguas de viaje submarino
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docenas de estos moluscos acéfalos para suministrar los trescientos quince gramos de
sustancia azoada necesarios a la alimentación cotidiana del hombre.
El 25 de diciembre, el Nautilus navegaba en medio del ar-chipiélago de las Nuevas
Hébridas descubierto por Quirós, en 1606; explorado por Bougainville, en 1768, y
bautizado con su actual nombre por Cook, en 1773. Este grupo se com-pone principalmente
de nueve grandes islas, y forma una banda de ciento veinte leguas del Norte Noroeste al
Sur Su-deste, entre los 150 y 20 de latitud Sur y los 1640 y 1680 de lon-gitud. Pasamos
bastante cerca de la isla de Auru que, en el momento de las observaciones de mediodía, vi
como una masa boscosa dominada por un pico de gran altura.
Aquel día era Navidad, y me pareció que Ned Land la-mentaba vivamente que no se
celebrara el Christmas, verda-dera fiesta familiar de la que los protestantes son fanáticos
observadores.
Hacía ya ocho días que no veía al capitán Nemo cuando, el 27 por la mañana, entró en el
gran salón, con ese aire del hombre que acaba de dejarle a uno hace cinco minutos. Es-taba
yo tratando de reconocer en el planisferio la ruta segui-da por el Nautilus. El capitán se
acercó, marcó con el dedo un punto del mapa y pronunció una sola palabra:
Vanikoro.
Era una palabra mágica. Era el nombre de los islotes en los que se perdieron los navíos de
La Pérousse. Me incorporé y le pregunté:
¿Nos lleva el Nautilus a Vanikoro?
-Sí, señor profesor.
¿Y podré visitar estas célebres islas en las que se destro-zaron el Boussole y el Astrolabe?
Si así le place, señor profesor.
¿Cuándo estaremos en Vanikoro?
Estamos ya, señor profesor.
Seguido del capitán Nemo subí a la plataforma, y desde allí mi mirada recorrió ávidamente
el horizonte.
Al Nordeste emergían dos islas volcánicas de desigual magnitud, rodeadas de un arrecife de
coral de unas cuarenta millas de perímetro. Estábamos ante la isla de Vanikoro
pro-piamente dicha, a la que Dumont d'Urville impuso el nom-bre de isla de la Récherche,
y precisamente ante el pequeño puerto de Vanu, situado a 160 4' de latitud Sur y 1640 32'
de longitud Este. Las tierras parecían recubiertas de verdor, desde la playa hasta las cimas
del interior, dominadas por e monte Kapogo a una altitud de cuatrocientas setenta y seis
toesas.