Page 335 - Edición final para libro digital
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poder sacarnos de Gaza. No pueden volver a la Franja. Debemos ha-
                 cer lo imposible para ubicarles aquí, en algún lugar de Israel. Ahora
                 sus vidas corren peligro. Boulus Musleh no les perdonará nunca.
                    —No te preocupes. Conseguiremos que se queden aquí. En
                 cuanto a Fatma, probablemente ya puedas estar mañana con ella.
                 Abe me ha dicho que hará un par de llamadas para solucionar eso
                 lo antes posible.
                    —Me alegra saberlo. En todo caso, mientras no se arregla lo mío,
                 te pido que cuides de ella. En Acre, con vosotros, estará segura.
                    Kachka dejó entonces de sonreír. Aún no había hablado con su
                 hijo del conflicto entre Fatma y Rebeca. Pero decidió que había lle-
                 gado el momento de contarle la verdad.
                    —Fatma no querrá venirse a Acre.
                    —No comprendo. ¿Por qué razón no habría de querer?
                    David Kachka explicó a su hijo la mala relación de la becaria con
                 Rebeca Linsky y las razones que la llevaran a dejar Acre y, posterior-
                 mente, Tel Avid.
                    —Debió hablarme de ello. Nos habríamos evitado un montón
                 de problemas.
                    —No quería inquietarte. Quería que te centrases en tu trabajo.
                 Además, le preocupaba enormemente ser la causante de un enfren-
                 tamiento entre tú y tu madre.
                    —Jamás pensé que mamá pudiese rechazar a Fatma. Siempre he
                 pensado que era una mujer tolerante.
                    —Y lo es. Pero los celos la han superado. No soportaba la idea de
                 que otra mujer le robase tu cariño.
                    —Eso es una estupidez. Ella seguirá siendo mi madre siempre.
                 Yo tengo derecho a hacer mi vida, a formar una familia. Ahora com-
                 prendo también porque Fatma no me había querido contar lo de su
                 embarazo.
                    David Kachka puso los ojos como platos. Aquello si le pilló por
                 sorpresa.
                    —¿Coooomo? ¿Qué Fatma está embarazada?
                    —Así es. Me lo ha dicho en Jibaliya. Tampoco había querido
                 decirme nada por temor a que la abandonase. ¿Te lo puedes creer?
                    —Realmente, no sé qué decir. Esa muchacha es impredecible.

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