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Camino a la Victoria









          Leamos primero algunos versículos relacionados con la palabra “gloria”.



          Lucas 2:13-14, 20, 32 «y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes

          celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz,
          buena voluntad para con los hombres! …Y volvieron los pastores glorificando y alabando a
          Dios por todas las cosas que habían oído y visto, … Luz para revelación a los gentiles, Y

          gloria de tu pueblo Israel.»  Estos relatos se refieren al nacimiento de Cristo.  Las personas
          que estaban glorificando a Dios eran «una multitud de huestes celestiales», «los
          pastores», y un hombre llamado Simeón, en el templo de Jerusalén.  «Una multitud de
          huestes celestiales» son los Santos y ángeles que están con Dios, a quienes los creyentes de

          hoy llegaremos a conocer cuando el mundo termine.  Ellos sabían el motivo por el que Dios
          envió a su hijo al mundo, y lo glorificaron. Los pastores eran personas que trabajaban en el

          campo, a quienes el ángel informó el propósito de la venida de Jesús, y cuando ellos
          escucharon que Jesús había nacido, glorificaron a Dios.  Este hombre, llamado Simeón, era
          un hombre devoto y santificado, que con fe y expectación esperaba la venida del Salvador.
          Cuando se le informó que Jesús era el Salvador esperado y que ya había nacido, dijo, en

          Lucas 2:30: «mis ojos han visto tu salvación».  Y todos ellos glorificaron a Dios.



          ¿Por qué todos ellos glorificaron a Dios? ¿Porque Dios les había prometido riquezas? ¡No!

          ¿Porque Dios había enviado un ejército a luchar a favor de Israel?  ¡No! ¿Porque Dios había
          prometido eliminar la pobreza y el desastre? ¡No! Entonces, ¿Por qué?  Simplemente
          porque Jesús vino.  Entonces, ¿Por qué vino Jesús?




          Mateo 1:21-23 «Y dará a luz un hijo y llamarás su nombre JESÚS porque el salvará a su
          pueblo de sus pecados. … He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo. Y llamarás su
          nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.»




          La misión suprema de Dios al enviar a Jesús al mundo se divide en dos: primero, salvarte a
          ti y a mí, de nuestros pecados y segundo estar con nosotros.  No debemos añadir ni reducir






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