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Viaje de fin de curso a Portugal y Madrid de 4º de ESO



                          No sé si soy la única que al empezar un viaje siente esas mariposas en el estómago,
                  las mismas que cuando estás conociendo a alguien especial, euforia, eso es lo que sentí
                  al verme subir por las escaleras de aquel viejo autobús por primera vez. El sentarme y
                  ver a cada uno de mis compañeros con la sonrisa puesta me reconfortó. En gran parte
                  sabía  que  su  felicidad  también  era  la  mía.  Allí  sentados  partimos  rumbo  a  lo
                  desconocido y como banda sonora sonaba un remix de todo tipo de reggaeton antiguo.
                  Parecerá  una  tontería,  pero  el  vernos  ahí  a  todos  unidos  por  una  vez,  sin  peleas,
                  entonando,  o  intentándolo  al  menos,  uno  de  aquellos  éxito  del  verano,  te  llega  al
                  corazón. Si ahora mismo me preguntaran qué sitios visité durante nuestro viaje de fin de
                  curso, no puedo negar que algo recuerdo; pero si me preguntaran por situaciones vividas
                  en  aquellos  cinco  días,  seguro  que  podría  escribir  un  Quijote  y  medio  rememorando
                  momentos que, por absurdos que parezcan una ve pasado el tiempo, llevo grabados en
                  mi corazón.

                  “ Un viaje se mide mejor en amigos que en millas”, y es que como dice Tim Cahill, lo
                  que más importa, al menos a mi parecer, es con quién viajas, no dónde vas.
                  Recuerdo con infinito cariño las noches vividas en las que no necesitábamos salir, solo
                  tenernos los unos a los otros. Eternas son las risas en mi cabeza y las caras de aquellos
                  que reían conmigo. Las miradas cómplices para guardar algún secreto contado la noche
                  anterior;  o  esas  sonrisas  mañaneras,  con  los  ojos  todavía  medio  abiertos  por  haber
                  dormido  poco  la  noche  anterior.  Trasnochar  por  quedarte  hablando  sobre  cualquier
                  tontería hasta darte cuenta de que es la hora de levantarse merece la pena, lo vale.

                  Y sí,  Portugal  fue bonito porque  lo  visité con ellos;  y  es  que todos sabemos  que no
                  habría  sido  lo  mismo  con  otros  graciosos,  o  con  otros  tímidos,  que  acaban
                  desmelenándose  en  pijama  tras  ver  que  están  en  confianza.  Y  Madrid  también  fue
                  precioso, pero es que hubiera sido perfecto hasta el lugar más cercano si se viaja con
                  ellos.

                  Nadie nos quitará lo vivido nunca y espero almacenar más viajes así, y es que estoy
                  segura de que todos repetiríamos la experiencia sin dudarlo. Viajar te da alas, nunca lo
                  dudes, pero recuerda que quien vaya contigo podrá llevarte mucho más alto.

                  Portugal,  te  echo  de  menos,  y  sé  que  tus  calles  aun  lamentan  la  partida  de  nuestras
                  sonrisas, pero, no llores, ojalá pronto volvamos a vernos.
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