Page 177 - Secundaria - Historia de México - 3er Grado
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primaria aumentó desde entonces: en 1934, 1 millón 960 mil 755 alumnos conclu- yeron la primaria; en 1958, fueron 4 millones 523 mil 488 y, en 1984, 15 millones 376 mil 153. Para 1994 el número de alumnos inscritos en primaria fue de 26.4 millones.
Entre los aciertos en el renglón educativo del cardenismo; cabe señalar que se in- corporaron amplias masas populares al sistema educativo, se actualizó al Magisterio y se fundaron el Departamento de Asuntos Indígenas, el Instituto Nacional Indigenista, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (1939) y el Instituto Politécnico Nacional (1936).
Nuevas instituciones de seguridad social
La población infantil fue la que más creció durante la etapa de desarrollo industrial de México; por eso fue necesario crear nuevas instituciones de seguridad social. Para proteger a los niños se creó en 1960 el INPI (Instituto Nacional de Protección a la Infancia), antecedente del actual DIF (SNDIF, Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, 1977). Este organismo se encargó de repartir desayunos en las escuelas, crear guarderías, construir jardines de niños, dispensarios médicos, ban- cos de leche, etcétera.
El ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicio Social de los Trabajadores del Estado) se formó en julio de 1959 para dotar de servicios médicos a los empleados de las dependencias gubernamentales, mientras que el IMSS, creado en 1943, se dedicó a proporcionar servicios de salud a los obreros y empleados de empresas particulares.
Hospitales y clínicas fueron construidos para cuidar de la salud de sus trabaja- dores. En el ejército se fundó el Hospital Militar.
LO LEÍ EN...
“Vuelvo hacia todos lados y miro el llano. Tanto y tamaño de tierra para nada. Se le resba- laban a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas sa- len a asomar la cabeza por encima de sus agujeros y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de su piedra. ¿Qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tepetate para que la sembráramos.
Nos dijeron:
Del pueblo para acá es de ustedes.
Nos preguntamos. —¿El llano?
—Sí, el llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros parábamos la jeta para decir que el llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados sa- binos y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama el Llano. Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo: —no se vayan a asustar por tener tanto terre- no para ustedes solos.
—Es que el llano, señor delegado...
—Son miles y miles de yuntas.
—Pero no hay agua.
—¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar de tierras de riego. En cuanto allí llueva, se levantará el maíz como si lo estirase.
—Pero señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es el Llano...”
Rulfo, Juan, “Nos han dado la tierra”, en El llano en llamas, México, Barcelona, Planeta, 1972, pp. 133-134.
    La Revolución Mexicana, la creación de instituciones y desarrollo económico (1910-1982) 177















































































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