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De acuerdo con la anestesióloga que me acompañaba, decidimos si las circunstancias lo permiten,
parar la labor en la que estábamos y me pidió que me retire los guantes y recibir el alta; o, en su defecto,
limpie las manos pronto, para desinfectar la herida utilizando una torunda pasar a un nuevo tratamiento.
empapada de alcohol; además yo intentaba comprimir, a manera de torni- El retorno a las labores tam-
quete, el dedo afectado. La duda se implantó en los dos, en relación con bién significó algunas modifica-
el origen de la sangre acumulada, y nos preguntábamos si era mía o de ciones, por todo lo mencionado
la paciente, rememorando los últimos pasos dados durante la cirugía. Al en párrafos anteriores. Para
mismo tiempo, el cirujano nos interrumpió, de manera poco empática, e cumplir con lo requerido por
insistió en que me apresure con el procedimiento de desinfección, para los estudios y la carrera, recor-
retomar la intervención quirúrgica a la brevedad posible.
dando que era residente, trabajé
En mi pensamiento solo cabían la duda y el miedo, acompañados de la dos semanas en horario especial
desesperación por terminar la operación que nos había convocado aquel de ocho horas diarias, mientras
día. Terminamos, por fin, y salí raudo a cumplir con el trámite correspon- cumplía con el tratamiento; ter-
diente de presentar mi caso a las autoridades competentes, quienes me minado este, volví al horario
guiaron en lo posterior. Me indicaron que, obligatoriamente, debía recibir habitual, y desde entonces hasta
terapia antirretroviral al culminar el turno, para lo que en ese momento la actualidad, me mantengo tra-
faltaban trece horas, ¡trece!. Por supuesto fueron eternas. En fin, al mi- bajando allí, sabiendo que, pese
nuto siguiente de su finalización, solicité los exámenes complementarios, a lo vivido, tuve mucha, muchí-
elaboré mi referencia, y emprendí el viaje de dos horas y media hacia sima suerte.
la clínica de VIH, en la que debía presentarme puntual, o antes, para no Finalmente, no hubo inconvenientes con mi salud, lo cual sin duda es
perder la cita asignada.
un enorme motivo de alegría y tranquilidad. No obstante, hay colegas en
De todas maneras, me tocó esperar en la sala de emergencias del lugar, el mundo entero, que sí han adquirido enfermedades como consecuencia
puesto que los casos, más allá de la agenda, son atendidos de acuerdo con de vivir eventos parecidos al que he relatado en estas líneas. Es el alto
la particular gravedad de cada uno de los presentes. Llegado el momento, riesgo que la labor exige, así funciona.
me entregaron tres tabletas, señalando que debía tomar una diaria antes
de dormir, y que acuda a consulta externa, con el especialista de medicina
interna, al día siguiente de terminar la toma, para que él me entregue el Autor: Md. Pablo Regalado
resto del tratamiento; así lo hice, a carta cabal, y desde la primera noche,
sentí los efectos adversos de los fármacos prescritos.
Así, viviéndolo, entendí los motivos por los que muchos pacientes
suspenden la medicación de ese tipo; es que, durante los 28 días de du-
ración del tratamiento, tuve náusea, vómito, vértigo, astenia e hiporexia,
que me hizo perder tres kilos. Resultado, manifiesta absoluta incapacidad
de acudir al hospital a trabajar en dos turnos consecutivos.
Pero no termina ahí. Durante la convalecencia, y en esas condiciones,
asistí al seguro social, dependencia de accidentes laborales, a presentar
mi caso, llevando toda la documentación requerida para su análisis, va-
loración y posterior decisión sobre qué pasos seguir en el proceso. Los
encargados del caso concluyeron que calificaba plenamente como acci-
dente de trabajo y que, por lo tanto, debía tener estabilidad laboral du-
rante un año calendario en la institución. En lo personal, dispusieron que
me realice estudios en sangre, cada tres meses, con el fin de evidenciar
mi estado de salud con el pasar del tiempo, para que, cumplido dicho año,
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