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Empezaron con los cigarros. Un amigo mío, que fuma mucho, me dijo hace poco: ‘’Si compro un periódico, dice que el cigarro da cáncer, abro una revista y me entero que la nicotina es mala para las arterias, hay cientos de libros que hablan de lo dañino que es el cigarro para el corazón. Coño, voy a tener que dejar de leer’’.
Y los que sufren las consecuencias son los pobres ratones. Cada vez que a un científico se le ocurre que algo da cáncer, coge un ratón de los buenos, de los decentes, de los limpios, de los blanquitos.
No se le ocurre agarrar a uno de esos hijos de puta que andan por las cloacas, feos y asquerosos como la madre que los parió.
El año antepasado embutieron de sacarina a unos infelices ratones del Canadá. Les hicieron tragar como ochocientas libras, porque sospechaban que la sacarina producía cáncer en la vejiga, e informaron que efectivamente, se lo había producido a la mayoría.
Yo respeto mucho a los hombres de ciencia, pero a cualquiera que le hagan tragar ochocientas libra de cualquier cosa, tiene que darle cáncer.
De acuerdo con las investigaciones, la carne de res da cáncer, la carne de puerco da cáncer, el cigarro da cáncer, la bebida da cáncer, el carbón para cocinar a la parrilla da cáncer, el picante da cáncer, la sal da cáncer.
El que suspenda todo eso, es muy difícil que muera de esa terrible enfermedad. De lo que va a morir seguro, seguro, es de tristeza y aburrimiento.
EL HUMOR ES UN REMEDIO III
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