Page 99 - Anuario 2018
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- Si quieres te puedes quedar conmigo. Vivo en aquel pueblecito de allí, no es muy grande, pero es acogedor.
- Yo... no sé qué decir. Muchísimas gracias. - En la cara de Pi se dibujó la sonrisa más grande que aquel pastor había visto en mucho tiempo.
- Por cierto, no me has dicho tu nombre. - Ah, yo soy Euler.
- ¡Hala, yo te he estudiado! Eres un número muy antiguo e importante. - Pi se emocionó tanto que se puso a dar saltitos de alegría.
- Jajaja, sí. La verdad es que llevo aquí desde antes de que Racionales e Irracionales se odiaran. - Eso es mucho tiempo.
- Sí... - Respondió Euler melancólico. - Bueno, vayamos a casa; supongo que querrás descansar.
Fue a partir de ahí cuando ambos números se hicieron grandes amigos. Euler le enseñó a Pi cómo funcionaba el Reino Irracional: no tenían que seguir un horario tan estricto como los Racionales, los números eran mucho menos estirados y más amables, no les importaba arriesgar sabiendo que podrían perder... Era mucho más divertido. Tampoco era verdad que no tuvieran ningún tipo de jerarquía, solo que, mientras los Racionales tenían un
Gobierno dirigido por los números más perfectos, los Irracionales tenían un sistema democrático en el que se votaba todo. Pi no tardó en adaptarse y, aunque no se olvidaba de sus padres, tampoco los echó de menos.
Con el tiempo, Pi se convirtió en un número muy querido y respetado por todos, siempre respaldado de su mejor amigo, Euler. Hasta el punto de que, cuando la tensión entre ambos tipos de números casi desencadena una guerra, Pi se reunió con el actual presidente de los Racionales, Uno, para resolverlo.
Decidieron que lo mejor sería no separarlos en reinos diferentes, sino destruir los límites y crear un nuevo reino, el Reino Real. Allí convivirían todos intentando limar asperezas para conseguir la paz definitiva.
Al principio costó, no hay que negarlo, pero con el tiempo se dieron cuenta de que estaban mejor juntos que separados, que se complementaban.
¿Cómo sé todo esto? Yo soy aquel al que llamaban Pi.
Lucía Ramírez 4o ESO
Esto eran dos viejos amigos, un hombre llamado Leonhard Euler y un círculo. El círculo un día fue a visitar a su amigo Leonhard, el cual estaba en su casa resolviendo complicados problemas matemáticos. -Hola Leonhard- dijo el círculo al llegar a su casa- ¿En que estas trabajando hoy? - Estoy haciendo un poco de todo, hoy aparte de matemáticas me he puesto con física e ingeniería- le dijo pensativo al círculo- creo haber descubierto algo realmente interesante. -¿Que has descubierto?- le preguntó el círculo intrigado. -Como ya te he explicado muchas veces, para resolver muchos problemas se necesitan hacer operaciones sobre algunas de tus propiedades... -Si, ya me lo has dicho- contestó orgulloso. -Bien, pues he descubierto que... sabes que, mejor os lo contaré mañana a ti y a todos los involucrados en ello. -¿Cómo? ¿Y quiénes están involucrados en este descubrimiento Leonhard?- dijo el círculo con curiosidad. -Pues la gran mayoría son amigos nuestros, como: tres, coma, catorce, quince, noventa y dos, sesenta y cinco, treinta y cinco, ochenta y nueve, setenta y nueve, treinta y dos, treinta y ocho,... y a muchos más pero invitaremos solo a los primeros. -¿A los primeros?- dijo
círculo extrañado, los primeros ¿de qué? ¿O no me lo piensas decir hasta mañana? -Paciencia amigo mío, mañana lo comprenderás todo. Toma, mañana por la mañana ve a la ciudad y avisa a todos nuestros amigos que aparecen en esta lista de que se reúnan al mediodía en la plaza de la calculadora. Yo iré a recoger a Pi. -¿Pi? ¿Y qué pinta una letra en asuntos matemáticos? Y además, ¿ella no vive en villa sabiduría griega? -Sí, pero ha accedido a venir después de contarla mi descubrimiento. -¿A ella se lo has contado?- dijo círculo, escandalizado. -Sí, pero porque si no nunca hubiera venido.- círculo tras soltar un largo suspiro, respondió. -De acuerdo, pues hasta mañana entonces. - Hasta mañana círculo Y círculo salió de la casa. Al día siguiente, círculo se recorrió toda la ciudad avisando a todos sus amigos números que aparecían en la lista de que se reunieran en la plaza de la calculadora al medio día, como le dijo Leonhard. También avisó a Coma que aceptó agradecida. A medio día ya estaban todos reunidos en la plaza de la calculadora, donde Leonhard había hecho un escenario improvisado, gracias a la ayuda de algunos de sus amigos matemáticos, que también habían asistido para
Sin "Pi" no soy nada


































































































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