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El nacimiento de la pedagogía progresista se produjo bien entrada la segunda mitad del S.XIX, aunque se desarrolló en el siglo posterior. Por entonces, la situación política nacional era muy complicada. Un período caracterizado por la Gloriosa, la proclamación de la Constitución de 1869...etc. Con esta última se aumentaron las libertades, pero no se logró una estabilidad política, dando lugar a la tercera guerra carlista. Finalmente, el período finaliza con la Restauración de la monarquía, donde los conservadores y progresistas se alternaban en el poder, produciendo así una inestabilidad política.
La educación progresista surge en consecuencia de la exigencia autoritaria de la educación tradicionalista. Su intención es transformar la escuela en un hogar social donde los estudiantes reciban respeto e igualdad. Una educación más práctica donde el alumno enriquezca su intelecto a partir de una educación que le permita expresar y compartir sus ideas, fortaleciendo así su conocimiento. Un sistema educativo que no solo se base en memorizar, si no que despierte el interés del alumno y mantenga activa su participación; es decir, una educación dinámica. Está caracterizada por una mayor libertad del estudiante, el fomento de la creatividad, una educación social, docencia individual y la eliminación de la figura autoritaria del profesorado.
La pedagogía progresista estuvo reflejada en la literatura y en el cine, destacando “El jardín de los frailes” de Manuel Azaña y la obra teatral “Pygmalion” de George Bernard.
El concepto de esta nueva educación comenzó a extenderse por Europa a partir de 1914, con el inicio de la I Guerra Mundial, tras la sistematización inducida por John Dewey.
Antes de desarrollar el análisis sobre nuestro sistema educativo es necesario hacer una breve mención de los precursores que iniciaron esta nueva corriente pedagógica.
John Dewey buscaba la unificación entre el pensamiento y la acción. Sus ideas pedagógicas estaban ligadas a una renovación metodológica que consistían en la participación del alumno durante la enseñanza y el interés de este en la misma. También impulsaba la flexibilidad del sistema educativo, la socialización de la enseñanza complementando a su vez la individualizada, la globalización de los contenidos y, por último, una relación entre la escuela y la familia.
Otro de los precursores fue Rousseau. Desde su punto de vista existían tres fuentes importantes: la naturaleza, las cosas y las personas de nuestro entorno, con la unificación de todo esto se conseguía una educación correcta. También hacía una división de la vida de los niños en cuatro periodos (pudiendo así analizar el desarrollo de estos en distintas etapas). Por ejemplo, en El Emilio, Rousseau muestra la necesidad de que los niños se desarrollen de una manera natural.
Siguiendo con los precursores de la pedagogía progresista, encontramos a Johann Heinrich Pestalozzi, defensor del individualismo de los niños. A su vez buscaba que los niños no adquiriesen únicamente conocimientos de manera sistemática.
A lo largo de esta etapa se desarrolló en España el movimiento intelectual conocido con el nombre de krausismo. Este movimiento es una corriente filosófica, religiosa y política que agrupó a la izquierda burguesa liberal y propugnó la racionalización de la cultura española. Defiende la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo. Dicho movimiento se centra en la ética, el derecho, la sociología y la pedagogía y; en él Dios es una figura fundamental ante el mundo.
Sus partidarios iniciaron un movimiento de educación popular que solidificó en la Institución Libre de Enseñanza, introducida por Julián Sanz del Río con el fin de encontrar

























































































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