Page 178 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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pacari (tapaccari) en el sentido de nido de hombres; nombre en
qne nido parece responder a la noción de hombres cóndores.
En ciertas actuaciones, que recuerdan los autos sacramen-
tales de la edad media europea, con las cuales se rememora en
la sierra peruana y boliviana la tragedia de Cajamarca, que huella
tan honda dejó en la mente indiana, el Inca se presenta rodeado
de nutrida teoría de hombres cóndores trasunto indubitable de
los antiguos “mallcos”.
Establecido el valor filológico, folklorístico y gráfico de la
voz manco réstanos establecer el de la voz capac.
El nombre Manco Capac, que con ella se forma, adquiere
construcción castellana, inversa de la quechua en la forma si-
guiente : el Capac de los Mancos, y nos da a entender que detrás
del Manco explorador, o sea del guía designado por la voz molleo,
estuvo el Capac del cual dependió o en otras palabras, que el
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capac fué el mandón o régulo del conjunto de aillos que de la
isla de Titicaca y de la comarca ribereña adyacente salieron a la
fundación del Cuzco, y el Manco un simple scout o un simple sa-
télite que lo guió, llegada que fuese la oportunidad, a tierras de
antemano reconocidas.
En la época contemplada en el presente capítulo, los capaes,
como tales capaes, tuvieron el mando de determinadas comuni-
dades, a título de pudientes, o como hoy diríamos, de ricos, que
tal es el valor literal de la palabra.
Es de creer que a este título poseerían en el seno de sus pro-
pios aillos el mayor número de familias, provistas de los utensi-
lios domésticos que denotaron cultura y bienestar, el mayor nú-
mero de mocetones aptos para los menesteres de la agricultura y
de la guerra, los rebaños más numerosos, y, por sobre toda otra
consideración, la semilla del maíz, propia de tierras templadas,
semilla que antójásenos que viajaría con ellos al ocurrir la ida a la
fundación del Imperio a lomo de llamas sagradas, llevadas del
diestro por sacerdotes, a modo de incomparable tesoro, tal cual
vemos conducidas en los bajorrelieves de los templos egipcios, las