Page 231 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DE    LA  CIVILIZACIÓN PERUANA       227

    fermedades o afecciones del espíritu comprendidas dentro de la
    órbita de la que hoy denominamos psiquiatría.
        A los dichos Callaos acudían, de consiguiente, conducidos por
    sus deudos, el opa, el idiota, el imbécil, el tonto, el neurasténico,
    el loco.
        Estos achaques, fruto, las más de las veces, del incesto  y  del
    matrimonio practicado entre consanguíneos durante generaciones
    consecutivas, eran menos frecuentes en el Perú incaico de lo que
    se pudiera creer.
        Los hábitos nacionales más allegados a la naturaleza que los
    de nuestros días, la exposición del cuerpo a la acción del sol  y  de
    la intemperie, la sobriedad nativa, la ausencia de las bebidas em-
    briagantes, circunscriptas a la salutífera chicha, lograron resta-
    blecer en gran parte el equilibrio de los humores comprometidos
    en el juego de los matrimonios entre consanguíneos.
        Que la medicina peruana tuvo repercusión en Chile  y  en el
    Ecuador lo comprueban los siguientes nombres concernientes al
    arte de curar: Yaguachi, literalmente los médicos (por medio de
    la aplicación de animales inferiores al cuerpo del hombre), nom-
    bre de una de las provincias ecuatorianas de nuestros días, pro-
    veniente, sin lugar a duda de la calidad de curanderos de los in-
    dios que la habitaban.
        Machi, nombre derivado de machu (viejo), nombre del mé-
    dico entre los mapuches.
        Huecuby o huey, nombre del brujo araucano, derivado del
    quechua quehua, el degenerado, manchado por vicio infame.
         Callao o Ccayao, nombre de los dieciséis coques de los cuatro
    caminos del Cuzco en que eran tratadas las enfermedades del es-
    píritu, deriva de ccayay, que significa llamar o invocar al espí-
    ritu del paciente, que sé supone materialmente extraviado,  y  obli-
     garlo a que por volición propia vuelva a animar las facultades
     que desamparó.
         “Yo no tengo motivos para creer—escribe el mencionado doc-
    tor Olano en su citada monografía — que los incas hubiesen hecho,
     como quien dice, estudios anatómicos del cuerpo humano, pero
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