Page 4 - Proyecto de sostenibilidad Wayuu - Ana María Fandiño
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Entre los wayús, el ganado es la principal riqueza y además el principal motivo de prestigio y ganancia. Aunque se comercia con él, se intercambia de modo no comercial: para sellar una alianza matrimonial, como derecho sobre una descendencia o para compensar daños o delitos, solucionar conflictos y establecer la paz. Además, el pastor asocia su ganado a los rituales que marcan su ciclo vital. Donde es posible, tiene una pequeña huerta llamada apain, donde siembran maíz, fríjol, yuca, pepino, ahuyama, melón y sandía, sin que puedan rotar ni variar de cultivos, debido al clima.
Los wayuu no viven en asentamientos estables, es frecuente que las familias se trasladen a residir temporalmente a otro lugar cuando se agota el pasto para sus animales o cuando deben cumplir un compromiso social. Tradicionalmente se organizan en cinco o seis viviendas ubicadas de forma dispersa con distancias de varios minutos de camino, conformando una ranchería o caserío.
La casa es de forma rectangular, dividida en dos habitaciones con techos en los que se cuelgan las hamacas para dormir y las mochilas. Junto a la casa se ubica la cocina, la cual carece de techo y es encerrada en plantas de cactus para protegerla del viento y la arena. Además, se encuentra, aparte de la casa, una enramada techada y sin paredes en donde se realizan las actividades diurnas y sociales. Cuentan también con un corral para los animales, bovinos y caprinos.
La economía es mixta pues se requiere también de otro tipo de actividades económicas como la pesca, el comercio (incluido el "bachaqueo" o contrabando entre Venezuela y Colombia de gasolina, whisky y artículos de primera necesidad), la producción textil tradicional, la cerámica y el trabajo asalariado en haciendas, en las minas de carbón de El Cerrejón (en manos de la Exxon y la Glencore) y El Guasare, en las explotaciones de talco y dividivi y también cuenta con la Cooperativa Ayatawacoop bajo control indígena, la comercialización de combustibles y derivados del petróleo donde son aproximadamente 1200 asociados a la cooperativa y el 80 % son indígenas o en el sector de servicios.
La explotación de la sal marina en Manaure era realizada desde antes de la llegada de los europeos. Primero la Corona española y luego el estado colombiano explotaron las salinas y varios wayú se hicieron asalariados, aunque otros mantuvieron explotaciones artesanales. En 2005, después de una larga lucha, transitoriamente la explotación de la sal estuvo de nuevo en manos de los indígenas, pero una sentencia los ha despojado nuevamente.