Page 82 - METAFÍSICA 4 en 1 edicion 1 y 2
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La  historia  dice  que  entre  la  muerte  de  Plotinus  (27  anno  Domine)  y el nacimiento de Proclus ocurrió  el
            crecimiento de la religión cristiana y la decadencia del clásico mundo pagano, añadiendo que Proclus vino a
            restaurar la tradición esotérica.
              NEO-PLATONISMO viene del griego ―neos‖ o nuevo, o sea que renueva el platonismo. Proclus estudió en
            Alejandría y en Atenas. Fue un seguidor de Plotino, quien representa ―La Reforma de la Idea DEL UNO‖.
              El platonismo fue renovado varias veces en la historia. En el Renacimiento (Siglo XV), en la Escuela de
            Cambridge (Siglo XVII) y continúa siendo hasta nuestros días una corriente filosófica fundamental en las ideas
            espirituales modernas.
              Ese PLATONISMO, es el anhelo místico de expander la conciencia para poder entrar en contacto con los
            seres divinos, directa y personalmente.
              Te  va  a  asombrar  la  similitud  del  NEO-PLATONISMO  de  Proclus,  y  la  Metafísica  moderna.  Verás
            claramente  que  el  Maestro  renació  en  los  lugares  estratégicos  para  enderezar  el  camino  cada  vez  que  se
            torcía, o para señalar nuevas rutas a aquellos que las anduvieran buscando.
              El Neo-Platonismo decía: ―La Unidad es una realidad. La Diversidad es una ilusión. Buscad la Unidad detrás
            de la aparente Diversidad‖.
              El Neo-Platonismo estudia Principios Universales, por lo tanto, acepta a todos los dioses integrados en el
            Dios Uno. A todos los hombres como UNA Humanidad.
              La Gran Verdad Neo-Platonista es que toda vida es UNA, y con esta convicción en el corazón, y los más
            nobles pensamientos, se hace una contribución positiva a la hermandad universal.
              El Neo-platonismo enseña la comprensión pero no la aceptación de lo inferior, ya que la comprensión trae la
            apreciación  sin  límite.  EL  NEO-PLATONISMO  ACONSEJA  LA  MODERACIÓN  EN  TODO  LO  QUE  SE
            POSEE,  PARA  PODER  GOZAR  PLENAMENTE DE LO QUE SE POSEE, YA QUE  TENER DEMASIADO
            EMPOBRECE EL GOZO.
              El Neo-Platonismo enseña que pertenecer a una Secta trae dogmas y los dogmas son limitaciones en las
            ideas. El sectarismo es una fuerza limitadora.
              El  Neo-Platonismo  dice  que  se  debe  buscar  el  Bien  en  todo.  No  es  que  todo  Bien  sea  agradable.  Por
            ejemplo, es bueno estar infeliz cuando se desobedece una Ley Universal. Es bueno recibir un mal si hemos
            hecho ese mal a otros. Es bueno sentirse enfermo si se han desobedecido las leyes de la salud. Es decir, las
            cosas tal como estén, son buenas.
              El  Neo-Platonismo  ordena  que  una  vez  que  el  punto  de  vista  primario  es  comprendido  y  aceptado,  el
            estudiante se convierte en instructor de otros.
              Por eso, el Neo-Platonismo es especialmente práctico en nuestros tiempos.
              Los intelectuales griegos decían que Proclus era un protegido de los Dioses. Que Minerva lo había recibido
            en  su  nacimiento,  y  que  lo  había  protegido  durante  toda  su  vida.  Naturalmente,  como  toda  secta,  toda
            enseñanza y toda religión contiene una parte de la Verdad; al nomás iniciarse una división de las conciencias,
            viene  un ―Avatar‖, un Maestro o un Profeta, siempre un voluntario, como antes dijimos, para ―enderezar‖ lo
            desviado.
              Proclus refería que muy jovencito se le había aparecido Minerva, y le había aconsejado estudiar Filosofía.
            Además,  habiéndole  dado  una  enfermedad  que  ningún  médico  supo  diagnosticar,  estando  toda  la  familia
            reunida esperando su muerte, entró un joven radiante de cuya cabeza salían rayos de luz. Acercándose a la
            cama, le puso un dedo en la frente y pronunció su nombre, ―Proclus‖. El niño se curó al instante y el joven se
            desvaneció.
              Bajo  semejante  dirección  divina,  Proclus  iba  estudiando  según  la  inclinación  de  su  propia  mente.  Su
            capacidad intelectual era de las más altas. Él mismo sabía que estaba destinado a ser sucesor de Platón.
            Viajó  a  Egipto,  estudió  con  un  célebre  retórico,  y  luego  entró  en  la  escuela  de  los  hierofantes  donde  fue
            instruido en los misterios de la religión esotérica. En Alejandría estudió con filósofos griegos, matemáticas con
            Hero, un hombre de profunda espiritualidad y versado en los misterios de los números. Luego quiso estudiar
            doctrina aristoteliana con el Maestro Olympiadoro quien se impresionó tanto con las capacidades de Proclus,
            que le ofreció su hija en matrimonio para que no se alejara de Alejandría. La muchacha era una gran filósofa,
            por  supuesto,  pero  Proclus,  guiado  por  su  mentora  divina,  cotinuó  preparando  su  mente  en  la  disciplina
            platónica.
              Habiendo cumplido veinte años, Proclus se fue a Atenas, la ciudad guardiana de la Filosofía, y fue puesto en
            contacto con Syriano, el sabio más destacado del momento, experto en las doctrinas de Orfeo, Pitágoras y
            Platón. Luego pasó a estudiar con Plutarco que, aunque estaba muy anciano y ya no aceptaba discípulos, sin
            embargo aceptó a Proclus como pupilo y le tomó un afecto tan entrañable que lo invitó a hacer su residencia
            con él hasta que le acaeció la muerte dos años después. Dejó instrucciones nombrando a Syriano su sucesor
            en la educación de Proclus.
              Ya habiendo absorbido los misterios menores, Syriano lo inició en la Disciplina Sagrada de Platón. De esta
            manera alcanzó su plena estatura de sucesor de Platón, por una progresión ordenada, y por los méritos de su
            propia mente. A los 28 años era un reconocido dirigente entre los platonistas y había escrito un gran número
            de obras, incluyendo un sabio comentario sobre el Timeo de Platón.


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