Page 144 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar





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                                               FRUSTRACIONES









               De los 7 a los 10 años, todos los fines de semana, andaba frustrado, porque no
            tenia niñez, no podía jugar con mis amigos, porque debía ser el ayudante de mi padre,
            les explico mi tragedia. Mi padre era muy hábil en toda clase de manualidades, tenia
            instalado en la casa donde vivíamos (barrio Egipto), un taller muy completo para poder
            realizar sus obras de arte (marquetería, repisas de madera, fotografías en talla, esqui-
            neras en madera, mesas portátiles para llevar alimentos a enfermos, futbolines, etc...).


                Como el trabajaba de lunes a viernes de 8 am a 5:30 de la tarde, los fines de se-
            mana, su descanso y mi frustración, empezaban desde muy temprano, elaborando o
            arreglando “cositas” (la plancha, el reverbero, enchapes de nuestra habitación, etc...),
            Para eso necesitaba herramientas y un ayudante. Quien creen, mis estimados lectores
            y lectoras, que era el ayudante...? Correcta su respuesta... Yo, Beto, como un ayudan-
            te bueno, yo respondía: “Beto, (decía mi padre) el serrucho, el martillo, la escofina, el
            pegante, Beto... Beto... Beto...” Y así, todos los fines de semana, me tenia hasta mis
            guantes y overol, ahora si saben el porque de mi frustración.


               Cuando crecí, fue tanto el odio que le cogí a las manualidades , que yo no hago nada
            por mis propias manos, todo lo compro hecho... Salvo el amor... Ese si lo hago perso-
            nalmente.











               A los 11 años, aprendí a tocar piano y a leer solfeo (lo hice muy bien) uno de mis éxi-
            tos fue “Sobre las olas”, lo presente en concierto en una clausura de fin de año de mi
            amado colegio Agustiniano, como parte del programa cultural de la ceremonia de gra-
            duación, en el teatro Colombia, hoy Jorge Eliecer Gaitán (carrera 7 calle 22). Pero yo
            quería aprender a tocar órgano, esos de dos teclados, llaves pedales al piso, quería ser
            como Jaime Llano González o Manuel J. Bernal (mis ídolos), pero mi padre me frustro,
            porque siempre me decía: “El piano es para concertistas en teatros y salones elegan-
            tes, en cambio el órgano es para gente “borrachín”, porque siempre están tocando en
            orquestas y en bares... Nunca lo quiero ver en eso...!”.




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