Page 27 - LIBRO PALACE HOTEL MADRID
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Postal con el edificio del Palace Hotel, en la que se aprecian los vehículos de la época. Data de los años treinta.
Postcard with the building of the Palace Hotel in which one can see the cars from the period. It dates from the 1930s.
100 años de historia
Pedro Montoliú
Madrid sufrió en los últimos años del siglo xix
y primeros del xx una de sus más importantes transformaciones. Desde el punto de vista de los transportes, fueron los años en que el servicio de diligencias estaba a punto de desaparecer ante el empuje imparable del tren, mientras en la ciudad los tranvías de tracción de sangre empezaban a ser arrinconados por los eléctricos, que habían comenzado a funcionar en 1898, coincidiendo con la aparición de los ascensores hidráulicos y los teléfonos de bocina y manija. Tras los prime- ros «canarios», llamados así por su color ama- rillo, aparecerían los «cangrejos» hasta formar una red de tranvías con trole que en 1910 llegó a transportar a 79 millones de viajeros.
Por entonces, aún no habían comenzado los estudios para construir la primera línea de me- tropolitano, que no sería abierta hasta 1919, pero sí había irrumpido en las calles de Madrid el automóvil con el que los lectores de las revistas ilustradas venían familiarizándose desde 1898. Tres años después, el marqués de Bolaños sor- prendió a sus convecinos al volante del primer ve-hículo que recorría las calles; pronto su ejem- plo fue imitado hasta el punto que, en 1903, el Ayuntamiento se vio obligado a jar la velocidad máxima en 10 kilómetros por hora en las calles de poca circulación y en 5 kilómetros en las más céntricas, medida que fue revisada en el primer reglamento de circulación aprobado cuatro años después. De forma paralela, el consumo de la electricidad se extendió gracias al desarrollo de las empresas fabricantes, lo que permitió que en
100 Years of History
Pedro Montoliú
At the end of the 19th century and start of the 20th, Madrid experienced one of its most impor- tant transformations. From the point of view of transport, stagecoach service was on the verge of disappearing in the face of the train’s unstoppa- ble arrival, while in the city, animal-drawn trams began to be outnumbered by electric ones, which had begun service in 1898, along with hydraulic lifts and telephones equipped with mouthpieces and starting handles. After the rst canarios (‘ca- naries’), so called because of their yellow colour, the cangrejos (‘crabs’) appeared, forming a net- work of trams with ‘trolleys’ that in 1910 trans- ported 79 million passengers.
At the time, plans to build the rst metro line had not yet materialized and the line itself wouldn’t open until 1919, but the automobile, which readers of illustrated magazines had been acquainted with since 1898, had burst onto Ma- drid’s streets. Three years after the motor vehi- cle’s appearance in the magazines, the Marquis of Bolaños surprised his neighbours by driving the rst car through the city streets; his example was soon followed to such an extent that, in 1903, the City Hall saw it necessary to establish the speed limit at 10 kilometres per hour in streets with little tra c and ve kilometres per hour in more central ones, a measure that was revised in the rst tra c regulations passed four years lat- er. Similarly, consumer use of electricity spread thanks to the growth of manufacturing compa- nies, which made it possible for 100,000 custom- ers to exist in 1915, twice the number there had been ve years earlier.
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