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bajen de manera compensatoria como consecuencia de desplazamientos de la
demanda entre mercados de distintos bienes (se compra o demanda más de un bien,
su precio sube; se demanda menos de otro, su precio baja) o de cambios tecnológicos
que bajen costos y se traduzcan en mayor oferta y menores precios de un conjunto
significativo de bienes que neutralicen los aumentos de otros bienes. En ambos casos
el nivel general de precios (promedio) se mantendría relativamente estable y en
consecuencia no correspondería hablar de inflación.
Una aclaración adicional, aparentemente pueril, no resulte quizás del todo
superflua: la suba continuada del nivel general de precios es medida a través de una
tasa, la tasa a la que se eleva el promedio de los precios. Si se sostiene: “la inflación de
este mes creció un 2,0%” aludiendo a que ése fue el crecimiento del promedio de
precios del mes respecto del promedio del anterior, la afirmación es incorrecta. En
todo caso diríamos que la inflación creció a un 2,0% si es que el mes anterior los
precios subieron en un 1,0% en relación al mes previo. En otros términos, que la tasa
mensual de aumento de los precios fue de un 2,0% significa que la inflación se ubicó en
un nivel de un 2,0%, pero no que la inflación aumentó; lo que se incrementó en ese
porcentaje fue el nivel general de precios y no la inflación. Confusiones de este tipo se
han encontrado más de una vez en los títulos de los diarios.
De lo precedente surge la relevancia de contar con una correcta medición del
promedio de precios, esto es, con un adecuado índice de precios. En nuestro país, los
índices más utilizados para medir la inflación son el Índice de Precios al Consumidor y
el Índice de Precios Mayoristas.
El primero de ellos es extensamente empleado por razones fácilmente
comprensibles, puesto que son el bolsillo o el poder adquisitivo del consumidor o, en
su caso, del trabajador, los más sensibles a las variaciones de los precios al que
efectúan sus compras. Se construye sobre la base de una canasta que comprende los
consumos tanto de bienes como de servicios. Esa canasta debe mantenerse fija a lo
largo de las distintas mediciones, para que los cambios de su valor reflejen
exclusivamente cambios de precios y no se entremezclen con cambios en las
cantidades físicas consumidas porque si se procediera de esta manera dejaría de ser
un índice de precios para convertirse en un índice de costo de vida, que mediría el
gasto de consumo de las familias, que incluye sus estrategias de reemplazo de las