Page 41 - Contemplando
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la promesa que Nuestro Señor Jesucristo
           nos hiciera cuando dijo:
           “El que persevere hasta el fin se Salvará”.
           A Vos pues, Madre querida,
           clamamos para que nos obtengáis tan singular favor.
           Amén”.






           El nombre Caacupé
           proviene de la pala-
           bra  guaraní  ka’a
           kupé, que significa
           “detrás del bosque”,
           “detrás del bosque de yerba” o “detrás del yerbatal”. El término ka’aguý sig-
           nifica “monte” (en su acepción como “bosque”), y ka’á es “yerba mate”. Se
           suele decir que Caacupé es la Capital Espiritual del Paraguay, porque cuenta
           con el mayor santuario del país y es muy hermosa
              En este pueblo (Caacupé), fundado hacia el año 1600, vivía un escultor
           guaraní de nombre desconocido. Había sido convertido al cristianismo por
           los misioneros jesuitas Era un indio guaraní, converso de la misión franciscana
           de Tobatí. En una ocasión, al volver de las selvas del Valle Ytú con un gran
           trozo de madera de muy buena calidad, dijo que se había encontrado invo-
           luntariamente ante indios de la tribu mbayá (tribu que había decidido pelear
           contra la colonización española y portuguesa), a los que consideraba muy pe-
           ligrosos. Dijo haberle prometido a la Virgen María que si los mbayás no lo atra-
           paban, esculpiría una imagen de ella y la veneraría. Entonces dijo que se le
           apareció la propia Virgen María en persona, que le gritó en guaraní: ¡Ka’aguý
           cupe-pe!, que significa “¡[vete] detrás de los arbustos de yerba mate!” (planta
           muy usada como infusión en Paraguay, y que es uno de los principales pro-
           ductos que exporta el país). El indio corrió, y encontró un grueso tronco tras
           el cual se escondió. En ese momento prometió que con la madera del árbol
           protector          tallaría        la          imagen           de
           la Virgen, si es que llegaba a salir con vida del trance. Efectivamente los mba-
           yás siguieron de largo sin advertir su presencia, y el indio, agradecido, en
           cuanto pudo regresar, tomó del árbol la madera que necesitaba para esculpir
           la estatua de madera.
              El tronco le alcanzó para esculpir dos estatuas; la mayor fue destinada a la
           Iglesia de Tobatí y la más pequeña la conservó en su poder, para su devoción
           personal.
              Segunda parte de la leyenda:
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