Page 96 - complot contra la iglesia
P. 96
4ª Que los apóstoles culparon a los judíos y no a los romanos de la
muerte de Jesús.
TESIS PRIMERA. – Cristo acusó a los judíos y no a los romanos de
quererlo matar. PRUEBAS:
En el Evangelio según San Juan (capítulo VIII), narra el apóstol que,
discutiendo Jesús con unos judíos les dijo:
“37. Yo sé que sois hijos de Abraham: mas me queréis matar, porque mi palabra no cabe
en vosotros”.
Y después, según lo indica el apóstol, (capítulo VIII, versículo 40),
Jesucristo Nuestro Señor vuelve a decir a los judíos:
“40. mas ahora me queréis matar, siendo hombre que os he dicho la verdad, que oí de
Dios: Abraham no hizo esto” (51).
Y en otro capítulo (VII) señala el discípulo amado que cierto día
habiendo subido Jesús al templo a predicar, decía a los judíos:
“19. ¿Por ventura no os dio Moisés la ley: y ninguno de vosotros hace la ley? 20. ¿Por
qué me queréis matar?...” (52).
En ningún pasaje de los Santos Evangelios aparece que Cristo Nuestro
Señor haya dicho que los romanos querían matarlo, sino por el contrario, acusa
a los judíos de quererlo hacer. ¿Creen, pues, los clérigos que sostienen la
novedosa tesis, que Cristo Nuestro Señor se equivocó y que ellos acaban de
descubrir en este siglo lo que Nuestro Señor Jesucristo no pudo ni sospechar o
sea, que eran los romanos y no los judíos los que lo querían matar?.
TESIS SEGUNDA.- Fueron los judíos y no los romanos quienes
repetidamente planearon e intentaron matar a Jesús, antes de su pasión y
Muerte. PRUEBAS:
El Evangelio según San Mateo (capítulo XXI), nos narra que Cristo
Nuestro Señor,
“23. Y habiendo ido al templo, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo
se llegaron a El a sazón que estaba enseñando, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas
cosas? ¿Y quién te dio esta potestad?”.
A continuación, el evangelista sigue narrando la discusión sostenida por
Jesús con tan altos dirigentes del pueblo judío; para terminar el pasaje con
estos dos versículos:
“45. Y cuando los príncipes de los sacerdotes, y los fariseos oyeron sus parábolas,
entendieron que de ellos hablaba. 46. Y queriéndole echar mano, temieron al pueblo: porque le
miraba como un profeta” (53).
Este pasaje muestra que los intentos de agresión no partían de judíos
irresponsables, sino de los principales dirigentes del pueblo judío que eran
entonces los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, así como
los fariseos que también eran de influencia decisiva en el gobierno de esa
nación.
En el Evangelio de San Marcos (capítulo III), se lee lo siguiente:
“1. Y entró Jesús de nuevo en la Sinagoga, y había allí un hombre que tenía una manos
seca. 2. Y le estaban acechando, si sanaría en día de sábado, para acusarle. 5. Y mirándolos
alrededor con indignación, condolido de la ceguedad de su corazón, dice al hombre: Extiende tu
mano. Y la extendió, y le fue restablecida la mano. 6. Mas los fariseos saliendo de allí, entraron
luego en consejo contra El con los herodianos, buscando medios de hacerle perecer” (54).