Page 116 - Confesiones de un ganster economico
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ellos, grandes parques industriales. Como es natural, semejante proyecto exigiría
también la instalación de miles de megavatios de capacidad generadora, con sus
correspondientes líneas de transporte y distribución, así como de carreteras,
oleoductos, redes de comunicaciones. Los sistemas de transporte comprenderían
nuevos aeropuertos, ampliación de los puertos de mar, una amplia gama de
servicios y demás infraestructura esencial para que girasen todos esos engranajes.
Todos albergábamos las máximas esperanzas, en el sentido de que este plan
suministrase un modelo para actuaciones futuras en el resto del mundo. Aquellos
saudíes tan aficionados a viajar por el planeta llevarían a todas partes el elogio de
nuestra actuación. Los dirigentes de muchos países serían invitados a visitar
Arabia Saudí para contemplar los milagros realizados por nosotros, y luego nos
llamarían para que desarrollásemos planes parecidos en sus países. Y cuando
éstos no perteneciesen al círculo de la OPEP, recurriríamos al Banco Mundial u
otros métodos de endeudamiento para financiarlos. El imperio mundial estaba
servido.
Mientras estudiaba estas ideas pensaba en las cabras, y las palabras de mi
chófer resonaban a menudo en mis oídos: «Ningún saudí que se respete a sí
mismo se dedica a recoger la basura». Esa frase la había oído muchas veces en
varios contextos diferentes. Era evidente que los saudíes no tenían la menor
intención de poner a trabajar a sus ciudadanos en tareas serviles, ni como obreros
en las instalaciones industriales ni en la construcción física de ninguno de los
proyectos. Para empezar, no contaban con una población suficiente. Además, la
Casa Real de Saud había indicado su intención de proporcionar a esos ciudadanos
un nivel de educación y un estilo de vida incompatibles con la condición de
obreros manuales. Los saudíes quizá dirigirían a otros, pero no tenían interés
alguno ni deseo de convertirse en trabajadores de fábrica o de la construcción. Por
tanto, sería preciso importar mano de obra de otros países. Países de salarios bajos
y de mucho desempleo, de Oriente Próximo a ser posible, u otros del mundo
islámico. Por ejemplo, Egipto, Palestina, Pakistán y Yemen.
Esta perspectiva creaba una estratagema todavía más grande con vistas a las
oportunidades de desarrollo. Sería necesario construir enormes bloques de
viviendas para esos trabajadores; y también centros comerciales, hospitales,
parques de bomberos y comisarías de policía, plantas de tratamiento de agua
potable y de residuos, centrales eléctricas, vías de comunicación y redes de
transporte. De hecho, se trataba de construir ciudades modernas donde antes sólo
existía el desierto. Era también una oportunidad para explorar nuevas tecnologías,
por ejemplo
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