Page 145 - Confesiones de un ganster economico
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—Muy sencillo. Es el único aliado verdadero que tienen ustedes en Oriente
Próximo, y el mundo industrializado gira alrededor de ese eje del petróleo que es
Oriente Próximo. También tienen a Israel, desde luego, pero eso es una carga, no
una baza. Ni tampoco hay petróleo allí. Sus políticos necesitan conquistar al
votante judío. Necesitan el dinero judío para financiar sus campañas. Así que no
tienen otro remedio sino continuar con Israel, me temo. Sin embargo, la clave es
Irán. Las compañías petroleras, que esgrimen incluso más poder que los judíos, nos
necesitan. Ustedes necesitan a nuestro sha... o creen necesitarlo, al igual que creían
necesitar a los corruptos dirigentes de Vietnam.
—¿Qué es lo que está sugiriendo? ¿Irán equivale a Vietnam?
—Es mucho peor, en potencia. Sabe, este sha no va a durar mucho. El mundo
musulmán le odia. Y no digo únicamente los árabes, sino los musulmanes de todas
partes, de Indonesia, de Estados Unidos... Pero sobre todo, los de aquí. Su propio
pueblo persa.
Se oyó un golpe sordo y me di cuenta de que había dado con el puño en el
brazo del sillón.
— ¡Es el mal en persona! ¡Los persas le aborrecemos!
Se hizo un silencio, como si la alteración lo hubiese fatigado en exceso.
—Doc se halla muy próximo a la postura de los mullahs —me dijo Yamin,
hablando en voz baja—. Hay una poderosa corriente subversiva entre las facciones
religiosas, y se ha propagado por todo el país, excepto entre el reducido grupo de
mercaderes beneficiarios del capitalismo del sha.
—No lo dudo —respondí—. Pero debo decir que en mis cuatro visitas a este
país no he visto nada de eso. Mis interlocutores siempre se han mostrado
encantados con el sha y agradecen el desarrollo económico.
—Esto es porque no habla usted farsi —observó Yamin—. Sólo oye lo que le
cuentan los más beneficiados por el sistema, los que han estudiado en Estados
Unidos o en Inglaterra y que ahora trabajan para el sha. Aquí Doc es una
excepción... por ahora.
Hizo una pausa como para sopesar bien lo que iba a decir.
—Lo mismo ocurre con sus periodistas. Sólo hablan con su entorno próximo,
con su círculo. Y, ademas, buena parte de esa prensa está controlada por las
compañías petroleras. De modo que oyen lo que desean escuchar y escriben lo que
sus anunciantes quieren leer.
—¿Por qué estamos diciéndole todo esto, señor Perkins? —habló Doc con la
voz aún más ronca que al principio. Parecía que el esfuerzo de hablar y las
emociones le robasen las escasas energías que sin duda había procurado economizar
para aquella reunión—. Pues porque nos gustaría
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