Page 186 - Confesiones de un ganster economico
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más, tal vez me habría convertido en millonario a los cuarenta años, como alguna vez
soñé. Pero a los treinta y cinco, todavía me faltaba mucho para alcanzar ese objetivo. El
mes de abril en Boston se presentaba frío y poco acogedor.
Cierto día me llamó Paul Priddy con el ruego de que acudiese a su despacho.
— Uno de nuestros clientes amenaza con dejarnos —anunció — . Nos contrataron
porque querían que tú declararas como experto en representación de ellos.
Yo lo tenía muy pensado. Cuando me senté en el despacho de Paul mi decisión ya
estaba tomada. Dije mi precio, unos honorarios que representaban el triple de lo que
venía cobrando en MAIN. La sorpresa para mí fue que él aceptó y así me vi lanzado a
una nueva carrera.
Durante varios años estuve empleado y muy bien remunerado como perito,
principalmente por cuenta de compañías eléctricas estadounidenses que deseaban
construir nuevas centrales generadoras y necesitaban la autorización de las comisiones
planificadoras de los servicios públicos. Una de mis clientes fue la Public Service
Company de New Hampshire y mi trabajo consistió en justificar, bajo juramento, la
viabilidad económica de la muy controvertida central nuclear de Seabrook.
Aunque ya no me relacionaba directamente con Latinoamérica, no dejé de seguir
los acontecimientos. Como experto técnico disponía de mucho tiempo entre aparición
y aparición en el estrado de los testigos. Me mantenía en contacto con Paula y renové
antiguas amistades de mis tiempos con el Peace Corps en Ecuador.
El país acababa de adquirir protagonismo en el escenario de la política petrolera
mundial.
Jaime Roídos había decidido dar el paso adelante, tomándose en serio sus
promesas electorales. Lanzó un ataque en todos los frentes contra las compañías
petroleras. Se hubiera dicho que él veía claras muchas cosas que otros, a ambos lados
del canal de Panamá, ignoraban o preferían ignorar. Entendía las corrientes ocultas
que amenazaban con transformar el mundo en un imperio global y relegar a las gentes
de su país a un papel muy secundario, rayano en la servidumbre. Cuando leí lo que
decía de él la prensa, quedé tan impresionado por su determinación como por su
capacidad para comprender los aspectos fundamentales. Y esos aspectos apuntaban al
hecho de que comenzaba una nueva época de la política mundial.
En noviembre de 1980 Cárter perdió las elecciones presidenciales
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