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F abricio pudo
observar, que a su lado
izquierdo, estaba un barco hun-
dido, inmediatamente le hizo se-
ñas a Amelia para que observara
aquel barco.
Aun con los tiburones merodeando
aquel buque, la curiosidad venció el temor
y se aproximaron para constatar de qué se trataba exactamente.
Dante, sin embargo, con un pensamiento más sensato, les hacía
señas de que no se acercaran, ya que presentía que algo malo les
iba a pasar, más aun con todo lo que habían pasado dentro de la
cueva con Miguel, Edmundo y Carla.
48 La gran aventura ecuatoriana

