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Sí, es cierto, se han implementado leyes, convenios, medidas tanto a
nivel internacional como nacional pero sin el efecto esperado. Muchos
estatutos se enfocan en providencias punitivas a pesar de que la raíz del
problema radica en la lucha por el poder y la autoridad, así como en el
status desigual en la relación hombre-mujer, y en la transmisión interge-
neracional de la agresión en la pareja. Así, actualmente enfrentamos un
escenario ya conocido, con una enfermedad en estudio por su reciente
aparición, que agrava a la otra, también expuesta, pero con bajos niveles
de concientización social, y de muy difícil erradicación.
El hecho de enfrentarlas en simultáneo, provoca que la persona afec-
tada, quien ya tenía mala calidad de vida, se desmorone entre miedos
e inseguridades ante la posibilidad de contagio de Covid-19. Se ha de-
mostrado consternadamente, que no sólo el miedo al contagio del virus
SARS-COV2, es un factor que aumenta el estrés de un miembro familiar,
sino que la inestabilidad laboral, o la ausencia de la misma; o del otro
caso, la mezcla de ambas en el mismo sitio, la demanda del cuidado a
los hijos, la falta de interacción social y pérdida de movilidad fluida en la
sociedad, convierten al confinamiento producido por el coronavirus en un
detonante o amplificador de la violencia intrafamiliar.
Debemos reflexionar sobre los patrones de enseñanza acerca de la
igualdad de género. Por lo tanto, un cambio de pensamiento y accionar
es necesario desde nosotros mismos; practicar buenos patrones socio –
culturales, fomentar el respeto entre ambos géneros y convertir al hogar
en el lugar de protección frente a ambas pandemias es una obligación.
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