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Por amor al arte
Por Shakti Crosthwaytt
Nuestro mundo es constantemente una guerra. Una en la que las bombas no son
más que mentes cerradas ¿En qué momento tomo más importancia un pedazo de
papel, como un billete, que una vida?
El mundo también está muy confundido, y otro claro ejemplo de ello, los artis-
tas que recurren al arte porque tienen algo que decir, pero no pueden hacerlo si el
mundo no está dispuesto a escuchar, muchas veces prefiere voltear a ver a quién se
grabe haciendo cualquier tontería y sólo después, a quien realmente tiene algo que
decir o aportar.
El arte nos despierta, nos invita a reflexionar. Siempre está en movimiento, va a
nuestro par, por eso no tenemos un significado único o fijo de él, como tampoco
tenemos una única idea sobre nuestra existencia.
El arte se puede sentir a través de un millón de miradas y en cada una el impacto
será distinto. Es como una puerta, una de madera, tal vez más grande de lo normal,
tan antigua como nuestros pasos. Una puerta que rompe con lo cotidiano. Es una
sombra, una respiración y tal vez el principio del mundo.
El arte vive en la espalda de la humanidad, es un gigante que traza nuestro compás, un testigo de que existimos.
El arte nos rompe, nos sensibiliza y nos recuerda que estamos vivos. La mente
artística crea idea tras idea hasta que el corazón le detiene, porque sin esa idea no
sería capaz de seguir latiendo.
El arte es el latido del mundo, el amor por lo delicado, por lo vulnerable, el intento
por darle forma a eso que nadie sabe cómo se llama, lo que está dentro de todos,
aquello que se rompe cuando nos observamos.
El arte es el testamento de la humanidad.
Es un espejo.
La mayoría cree que lo que nos diferencia de los animales es el razonamiento, sin
embargo, los sentimientos y las emociones son igual de importantes. El arte tra-
baja con la belleza y es el desahogo del mundo. Los sentimientos han estado muy
reprimidos en nuestra historia. El mundo no te permite ser sensible, a menos que
sea en un escenario, atreves de una pintura o una canción. Fuera de ello la sensib-
ilidad está mal vista porque intentamos alcanzar la perfección, cuando la belleza
humana radica en que no somos perfectos.
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