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La educación forma el sistema fundamental del progreso y cuando un docente practica sus estrategias de enseñanza no solo educa a una persona sino que además interviene en la formación de una vida social justa. Así podía resumirse el proyecto educativo de John Dewey, su fe pedagógica.
La pérdida de Cuba y Filipinas fue el detonante que hizo reflexionar sobre avanzar hacia un futuro mejor. Por eso, para los intelectuales de la época el concepto “nuevo” significaba un cambio necesario para superar la mala situación del momento. Así, los pensadores del 98 querían cambiar las futuras décadas posteriores donde hubiese una “enseñanza nueva” y una “escuela nueva”, es decir, una “España nueva”. Los movimientos intelectuales y culturales que se estaban produciendo en Europa, ayudaron a España a conocer y adaptarse a las reformas existentes del mundo. En nuestro país enseguida se aceptó esta corriente pedagógica internacional. En 1898 situamos el punto inicial de la Nueva Educación.
La escuela española a finales del Siglo XIX experimentó un importante atraso material y pedagógico en comparación con el resto de pa ses europeos industrializados: maestros poco recompensados, pocas escuelas para cubrir la totalidad de población en edad escolar, menosprecio social y laboral del profesor, prácticas pedagógicas autoritarias y memorísticas, y por último insuficiente democratización escolar.
La llegada de la Segunda República, fue la implantación de un sistema político en el cual la educación era uno de los pilares fundamentales para que hubiera un cambio en un sentido progresista dentro del proyecto de creación de un Estado de bienestar. Ya que consideraba que la educación era un motor de transformación para la sociedad, y continuarla a través de la renovación pedagógica que había empezado con la Institución Libre de Enseñanza. La República tuvo la obligación de facilitar el acceso a la escuela a aquellos españoles sin posibilidades económicas. La libertad de cátedra quedaba garantizada y además la escuela española sería laica. La prioridad de la República fue dar de comer a los niños, había comedores y armarios escolares, además hubo cuestiones urgentes que no podían esperar y se aceptaron hasta que la Constitución fue aprobada. En la República se vivía un espíritu muy reformista. Lo que más revolución provocó fue facilitar alimentos en aquellas misiones pedagógicas. El 70% de los hombres eran analfabetos, tenían un porcentaje más alto que las mujeres. En aquellas Misiones Pedagógicas se formaron excelentes poetas, escritores y maestros.
Ovide Decroly, pedagogo y educador belga, fundó en 1907 L'Ecole de L'Ermitage en Bruselas. Gracias al contacto permanente que Decroly sostuvo con niños de escuelas ordinarias y de instituciones especializadas, obtuvo varios
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