Page 13 - Periódic Pase la Voz- Ed. 1

Octubre 13 de 2017
CRÓNICA
¡NO ACABASTE CON SU VIDA, SINO CON LA NUESTRA!
Por: Dana Camila Artunduaga Toledo
Me encontraba durmiendo cuando escuché a
alguien lamentándose, (era mi mamá) y lo que
este hecho me transmitió al lograr entenderle
en medio de sus gritos y la angustia, fue el
sentimiento más destructivo y congelador;
aquel que siempre me acompaña.
Este hecho se presentó la noche del sábado 13
de junio de 2010 a las 9:30 pm. Cuando don Pablo
Artunduaga, mi abuelo, encuentra a su hijo
afuera de su casa encharcado en sangre y
apenas pudiendo levantar la cabeza.
Era un día como cualquier otro, Pablito se
levantó lleno de vida, con una mirada de
felicidad y esa fuerza vital de estar siempre
atento. Tenía 18 años recién cumplidos y
hacia seis meses que se había graduado de
bachiller, era el niño de la casa y la única
compañía de mis abuelos. Normalmente los
sábados solía trabajar con mi abuelo hasta
medio día, pero ese sábado trabajó hasta la
tarde, luego llegó a la casa se bañó y se puso
a jugar conmigo un rato. A eso de las 6 de la
tarde cenamos y él se despidió de mi abuela
porque iba a jugar fútbol con los hijos del
vecino (don Enrique Flórez). Hacía unos cinco
minutos que mi tío había salido de su casa
cuando sonó un disparo, pero nadie se imaginó
que hubiera sido Pablito la victima de éste.
A las 11:50 pm llamaron del hospital a la
casa de mis abuelos, la médica Francy Cajibioy 13
era quien hacia la llamada. Y dijo lo
siguiente, “Don Pablo, lo llamamos para
informarle que hay un herido entre su casa
y la casa de Don Enrique Flórez, ¿sabe usted
quien podría ser el herido?” mi abuelo salió
de inmediato y bastó con asomarse a la
carretera para darse cuenta que era su hijo,
mientras gritó con desesperación ”¡Por qué me
mataron a mi muchacho!”, minutos después
llegó la ambulancia y en el hospital de
Oporapa a mi abuelo le dijeron que el balazo
le había destruido el cráneo, que no había
mucho por hacer, pues había perdido mucha
sangre porque había durado alrededor de tres
horas tirado en el suelo sin recibir ningún
tipo de atención médica, le diagnosticaron
muerte cerebral, sin embargo lo remitieron a
Neiva. Dijo una de las enfermeras que iba con
él “estaba muy hinchado y ya no iba
respirando por su cuenta, era imposible de
reconocerle el rostro”.
Murió llegando a la clínica Belo Horizonte,
nunca se esclareció la verdad que hay detrás
de este asesinato. Aunque la familia sabe
quiénes pudieron haber sido los responsables
decidieron no seguir con las investigaciones,
pues alguien roto no solamente carga pesares
en el alma sino rencor, y alguien con rencor
en una situación como esta es capaz de
cualquier cosa.