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Sin embargo en las tres últimas décadas se han desarrollado con gran éxito
las denominadas máquinas de riego que, basándose igualmente en la
emisión agua en forma de lluvia por medio de aspersores, los elementos de
distribución del agua se desplazan sobre la parcela de manera automática.
Aunque su precio es mayor, permiten una importante automatización del
riego.
Los sistemas de riego por aspersión se adaptan bastante bien a topografías
ligeramente accidentadas, tanto con las tradicionales redes de tuberías
como con las máquinas de riego. El consumo de agua es moderado y la
eficiencia en su uso bastante aceptable.
De hecho, si el sistema está bien diseñado y la intensidad de lluvia bien
definida en función de las características físicas del suelo no debe haber
pérdidas de agua.
Sin embargo, la aplicación del agua en forma de lluvia está bastante
condicionada a las condiciones climáticas que se produzcan, en particular al
viento, y a la aridez del clima, ya que si las gotas generadas son muy
pequeñas pueden desaparecer antes de llegar al suelo por efecto de la
evaporación.
Son especialmente útiles para aplicar riegos relativamente ligeros con los
que se pretende aportar algo de humedad al suelo en el periodo de
nascencia de las plantas o para aplicar riegos de socorro en situaciones en
las que el cultivo necesite agua con prontitud.
También es un sistema muy indicado para efectuar el lavado de sales
cuando sea necesario y se prestan a la aplicación de determinados
productos como fitosanitarios o abonos disueltos en el agua de riego,
aunque no se puede considerar que sea una práctica habitual.