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EL JARDÍN DE LA MUERTE
Y un buen día te hallé en el camino
donde escapaba para sanar la herida
que cobarde me profirió el destino
hasta arrancarme a sorbos la vida.
Nunca tuve paz, nunca una salida,
y en toda alma me sentí peregrino
cual epitafio escrito en noche suicida
para mí el amor siempre fue mezquino.
Mi sueño de vida como agua se consume
entre los sepulcros ¡Oh ninfa pecaminosa!
De la que el diablo a dios siempre presume.
Serás tú mi triste ángel, sombra peligrosa
que hace con las almas perdidas un perfume
aromando las espinas que sangran en la rosa.
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