Page 230 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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[23] Mitificada por poetas, novelistas y cineastas, en realidad, poco se sabe de la
amistad entre Byron y Shelley. Salpicada de claroscuros, según explica E.
J. Trelawny en Memorias de los últimos días de Byron y Shelley (Alba Editorial S.L.,
Barcelona, 2000, pág. 46): «Byron no pasaba de ser superficial en aspectos en los que
Shelley era mucho más profundo, y la capacidad de este último para el estudio, la
hondura y la audacia de sus ideas y su formación a todas luces superior
proporcionaron al primero exactamente lo que buscaba. Así, parte de las aspiraciones
de Shelley calaron en el espíritu de Byron». Por ello, Byron llamaba a Shelley,
mezclando ironía y cierto temor, «el Sr. Serpiente», evocando uno de los más
hermosos e inquietantes poemas de este último, No despertéis a la serpiente (Wake
The Serpent Not, 1819).
En cambio, Shelley deseaba alcanzar la misma fama artística de la que gozaba Byron,
sintiendo a veces unos punzantes celos. Por su parte, Leslie A. Marchand en Byron: A
Bigraphy (Alfred A Knopf Editors, Nueva York, 1957), insinúa que había un cierro
componente sexual en su relación. «Las implicaciones sexuales en las apasionadas
amistades masculinas de Byron dificultan el exacto conocimiento de las mismas A
Byron le gustaba la compañía de hombres jóvenes y atractivos, desde sus tiempos en
la Universidad de Cambridge o desde su primer viaje a Grecia. Y sin ningún género
de dudas, esta atracción persistió a lo largo de toda su vida». De todas maneras,
volviendo a Trelawny y sus Memorias de los últimos días de Byron y Shelley (pág.
105), el aprecio de Byron por su amigo fue sincero: «… y Byron dijo: “A Shelley, el
mejor y más noble de los hombres, lo echaron de su país como a un perro por
cuestionar un dogma. El hombre sigue siendo la misma bestia rencorosa que en el
principio de los tiempos y, si el Cristo al que veneran apareciese de nuevo, volverían
a crucificarlo”». <<
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