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Sueña y escribe


                            empieza a aflorar en los alumnos el sentimiento de

                            añoro por conocer los increíbles paisajes verdes de
                            la  Tierra  y  poder  dejar  a  un  lado  sus  paredes  en
                            escala de grises del ala este de la nave centurión 2.0.

                            Sin  embargo  Mateo,  un  chico  de  altura  promedio,
                            ojos café claro y cabello castaño, últimamente no le
                            está prestando mucha atención a la clase, lo cual es

                            extraño porque suele ser muy aplicado. La razón de
                            su  pérdida  de  concentración  tenía  origen  en  la

                            inmensa  belleza  de  los  rizos  dorados  de  Laura,  la
                            chica dueña de sus pensamientos. En un momento
                            ella  comentó  para  la  clase  con  gran  anhelo  que

                            desearía  poder  oler  el  perfume  de  una  flor  y
                            observar  los  detalles  descritos  en  los  libros  de

                            botánica, fue en ese instante, cuando Mateo supo lo
                            que  debía  hacer  para  conquistar  a  la  chica  que  le
                            robaba el sueño.


                            Aunque él no sabía exactamente lo que iba a hacer,
                            tenía un presentimiento que encontraría en su viaje

                            a la Tierra esa semilla clave para lograr su cometido.
                            Al  terminar  la  clase  se  dirigió  rápidamente  al
                            laboratorio a investigar sobre el estado del aire en la

                            tierra  y  a  conseguir  lo  necesario  para  salir  del
                            centurión en la nave auxiliar. El problema era que

                            los estudiantes no tenían acceso a trajes espaciales
                            o a las naves, estas estaban en un compartimiento
                            especial  al  lado  de  la  sala  de  profesores  en  el  ala

                            central  para  el  cual  se  necesitaba  una  tarjeta  de
                            ingreso que solo tenía el guardia.


                            Para conseguir la llave de acceso a la nave tuvo que
                            esperar  hasta  que  el  guardia  se  quedara  dormido,




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