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Enseñar ciencia no es igual
a formar científicos
¡Pero mi hijo hace experi-
mentos en química! ¡Los li-
ceos tienen laboratorios de
ciencia! Todo eso es cierto.
Pero la extraña verdad es
que, en general, intentamos
enseñar ciencia sin hacer
ciencia. Es algo así como pre- por otros, criticado, elogiado,
tender enseñar inglés sin que
los alumnos hablen inglés.
Mezclar tal y cual compo-
nente en el laboratorio de un
liceo para obtener x reacción
es algo útil pedagógicamente
pero no es lo mismo que
hacer ciencia. No es un ver-
dadero experimento cientí-
fico pues, en ellos, nunca
sabemos con certeza qué re-
sultado obtendremos.
Ser científico es aprender a
convivir con la incertidum-
bre. Hacer ciencia es trabajar en redes como si se tratara
en equipo, no solo durante la
planificación y ejecución de
experimentos, sino luego de
terminados, cuando nuestros
pares analizan, evalúan e in-
tentan replicar nuestros re-
sultados.
Ser científico es aprender a
trabajar en equipo.
Protegemos a nuestros
alumnos. Por esta razón sus
trabajos mueren en un cajón
pues, nos decimos, “no están
listos para el mundo real”.
Vemos a la escuela como
un lugar resguardado donde
poder equivocarse para no co
meterlos “de verdad”.
Esa visión paternalista quizá
tuvo sentido en el siglo pasa- las aulas del planeta están di
do. Pero hoy “el mundo real”
entró en todos los lugares de
la vida de nuestros jóvenes
menos en su educación. So-
breprotegemos a alumnos
que suelen tener más au-
diencia en YouTube que la
mayoría de nuestros poetas.
¿Vamos a seguir amurallados
en la escuela o vamos a ense-
Tomado de LaRepública
ñarles a lidiar con los desafíos
y las frustraciones de sus cre-
aciones? Cada proyecto edu-
cativo, en el liceo y la escuela, imposible; es estúpido. El si- de estos dos problemas de
debe ser una oportunidad
para enfrentar al niño con
el mundo, para ser juzgado
atacado y también ignorado.
Ser científico implica expo
nerse, lidiar con la frus-
tración del fracaso y aprender
de los errores.
Para hacer ciencia hay que
aprender a discutir, admitir
errores, reconocer méri-
tos propios y ajenos, entre
conocidos y desconocidos.
Uno de los lugares ideales
para aprender esto no es el
aula sino las redes socia-
les. Si enseñamos a discutir
de un entrenamiento de bo
xeo, los jóvenes aprenderían
las trampas retóricas que
rompen la lógica y minan
el entendimiento: ataques
personales (ad hominem);
argumentos sacados de la
manga (non sequitur), etcé-
tera. Enseñar “boxeo escrito”
en redes sociales, además de
formar científicos, ayuda a
los jóvenes a manejar mejor
su vida social.
Los científicos buscan
respuestas. Y para ello necesi-
tan tanto trabajar en equipo
como encontrar fuentes con-
fiables y datos relevantes.
Sin embargo, la mayoría de
señadas para sabotear estas
habilidades ¿Sabotear? Sí.
Los bancos individuales fo-
mentan el aislamiento y difi-
cultan la colaboración entre
estudiantes con la excusa de
que “no se copien”. ¿Pero
qué significa copiar sino ob-
tener información que no
Caricatura del Día
tenemos? Pretender que un
alumno sepa toda la infor-
mación necesaria no solo es
glo XXI no necesita alumnos
de una memoria prodigiosa
sino que sepan cómo encon-
trar información.
Ya no alcanza, como en los
siglos pasados, con aprender
a manipular tecnología. El si- sufren hambre son alrededor
glo XXI requiere innovación.
Ya no alcanza con aplicar téc- del 12% del total. Es una cifra pecíficamente, uno de cada
nicas diseñadas por otros. La
aspiración de los padres no
debería ser “M’hijo el dotor”, años, en más de 155 millones
sino hijas e hijos inventores, en total. La cifra que por el
científicos y diseñadores. Ya
no alcanza con buscar res
puestas: hay que poderlas in-
tuir, inventar y descubrir.
Focalizar es elegir y, por
ende, dejar cosas afuera. No
es suficiente con hacer un
experimento, ni con hacer
cada tanto una investigación,
ni alcanza con mechar un
par de trabajos en equipo, ni
de vez en cuando publicar
proyectos ni hacer dos prue-
bas a libro abierto.
Si queremos una generación
innovadora, necesitamos que
estas actividades no sean par- casi uno de cada tres seres
te ni de cursos ni de mate-
rias, sino el ADN mismo de
cada actividad cotidiana del
estudiante. De lo contrario,
estaremos educando alum-
nos para un mundo que dejó
de existir, enseñando datos
y recetas en vez de imagi-
nación y herramientas para
crear. Si queremos cientí-
ficos y creadores hay que
dejarlos investigar, inventar
y aprender de sus errores.
Porque en el siglo XXI “si
las respuestas que buscas ya
están en Google, entonces te
estás haciendo las preguntas
equivocadas”. Tomado de
ElObservador
Opinion C11
Miércoles 8 APRIL 2015
Un mundo gordo
Hoy en día, hay más de
7.400.000 de personas en el
mundo. Si se pregunta cuál
alimentación está más ex-
tendido, sobrepeso o ham-
bre, seguramente la mayoría
responderá: hambre. Sin
embargo, esa mayoría estará
equivocada. Las personas que
de 850 millones, algo menos
alta, pero que ha evoluciona-
do a la baja en los últimos 25
contrario no para de crecer,
es la de las personas con so-
brepeso o con obesidad.
Sobrepeso y obesidad se cal-
culan muy sencillamente a
partir del índice de masa cor-
poral (IMC). Es un índice
que divide el peso de una
persona entre el cuadrado
de su estatura. Un IMC que
tenga como resultado una ci-
fra superior a 25 implica que
la persona tiene sobrepeso. Y
si es superior a 30, la persona que la obesidad y el sobrepe-
tiene obesidad.
Lo cierto es que hoy en día
humanos sufre de obesidad
o de sobrepeso. Son 2.100
millones, muchos más que
los que sufren de hambre.
En 1980 eran menos de 860
millones en total los que
tenían un IMC superior a
25. Hoy en día, dentro de
esas 2.100 millones de perso-
nas, concretamente unos 671
millones son obesos.
Lo que uno piensa inme-
diatamente de conocer estas
cifras es que, seguramente,
las personas obesas o con so-
brepeso vivan en países ricos.
Y efectivamente, dos de cada
tres obesos vive en países de-
sarrollados. Entre las nuevas
generaciones de esos países,
los niños y adolescentes, uno
de cada cuatro ya es hoy obe-
so o tiene sobrepeso.
Pero no es cierto que la obe-
sidad sea un problema solo
de esos países. Entre 1980 y
2008, las personas obesas o
con sobrepeso casi se mul-
tiplicaron por cuatro en los
países en desarrollo, y pasa-
ron de 250 millones a 904
millones en total. En 30 años,
crecieron incluso a un ritmo
mayor en los países en desar-
rollo que lo que lo hicieron
en los países ricos.
Así las cosas, entre los 10
países en los que residen más
de la mitad de los obesos del
mundo, es bastante previs-
ible encontrar a dos de los
países más ricos, como Esta-
dos Unidos y Alemania. En
particular las cifras para los
adultos de Estados Unidos
muestran hasta qué punto
el tema tiene consecuencias
graves en el aumento de gas-
tos en salud por enferme-
dades ligadas al sobrepeso,
como la hipertensión y la
diabetes. Allí, más del 70%
de los hombres y más del
62% de las mujeres sufren de
obesidad o de sobrepeso. Es-
tres estadounidenses adulto
es hoy obeso.
Pero entre los 10 países que
concentran la mitad de los
obesos del mundo también
figuran economías emergen-
tes: China, India, Rusia, Bra-
sil, México, Egipto, Pakistán
e Indonesia. Estas décadas
de crecimiento se tradujeron
por tanto en una mejora en el
bienestar de las clases medias
en distintas partes del mun-
do, y todas ellas gastaron más
en alimentos y aumentaron
así de peso.
Lo que importa entender es
so reflejan un desequilibrio
entre aportes y gastos ener-
géticos. Pueden ser conse-
cuencia de una alimentación
excesiva y rica en grasas, de
poca actividad física, del es-
trés, de ciertas predisposicio-
nes genéticas, o de una com-
binación de estos factores.
Pero en definitiva, se trata
de una situación que refleja
los cambios en los modos de
vida cotidianos y que mues-
tra también cierta opulencia
de consumo que antes era
imposible de imaginar.
En efecto, en toda la histo-
ria de la humanidad, que las
clases más populosas pudi-
eran tener sobrepeso era im-
pensable. Hacia finales del
siglo XIX, por ejemplo, las
tablas de peso y altura que
usaban las juntas de reclu-
tamiento militar en Francia
ignoraban por completo el
riesgo de gordura entre las
clases populares. La preocu-
pación era, por el contrario,
que el futuro militar no fuera
a ser muy débil, es decir, que
su IMC no estuviera por de-
bajo de 21.
Frente a estos profundos
cambios de sociedad, hay
que reconocer, primero que
nada, los avances que hubo:
somos capaces, como nunca
antes, de satisfacer la alimen-
tación de muchos más en
todas partes. Lo segundo im-
plica ser conscientes de que
las personas precisan tener
buena información sobre los
contenidos calóricos de los
alimentos y sobre cómo lle-
var una dieta sana para cuidar
su salud. Tomado de ElPais