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Cada vez que nos arreglaban con nuestros mejores trajes para ir a la casona de la reforma, el

                                   alma se encogía de una tristeza inexplicable.


             En conversaciones familiares se menciona en tono de pasmo y envidia sobre la casona. Morada con barda alta
        y  puerta  verde,  pinos  con  formas  de  pato  que  establecían  rivalidad  con  los  jardines  en  las  glorietas  y  en

        desconcierto con la arquitectura porfiriana.

             Casi siempre la tía Soledad nos esperaba en la puerta, sorprendida con la llegada; parecía una vieja actriz

        interpretando el papel más celebre, nos condujo a un saloncito, la tía les servía te deformaos, hallaba la ocasión
        de mostrarles una tetera de plata con un monograma grabado, comenzaba el ritual que consistía en los ademanes
        medido,  cálculo  exacto  de  las  hojas  y  de  agua  caliente,  tacitas  tintineantes,  servilletas  de  lino,  las  pastas  y

        bocadillos salados que nadie prepara mejor en México. Estábamos mi madre, mi hermana y yo bebiendo a sorbitos
        poco, un poco azoradas y vergonzosas por nuestras ropas pasadas de moda.


             Asegura formas obligadas y les pregunta sobre la salud y el curso que llevaba nuestra vida, lo hacía sin interés
        y casi nunca esperaba as respuestas, su tema variable era marianita, la única persona que parecía importarle,

        envanecida comentaba el premio que su hija había ganado en televisión, o el articulo elogio que le dedicaron en
        la página cultural Excélsior.


             La tía soledad le acariciaba el cabello con el mismo gesto solicito que otorgaba a su perro, hablaba del genio
        que anidaba en la cabeza,  ¿ ya escucharon cuando interpreta el violín? siendo que los Ángeles bajan del cielo
        para inspirarla, consultaba un reloj que tenía en su varazo, busco una aguja hipodérmica para efectuar una sangría

        de dos o tres centímetros cúbicos de sangre joven, aquello significaba un correctivo, un método infalible para
        educarla, una formula científica destinada a restarle energía.


             Ya culminada su presentación le cedía lugar a quien amaba tanto, hijita porque  no amenizas nuestra tarde, de
        seguro tus primas desean oír un trozo musical, la Tía esplendida de 50naños toma el violín y selo pasa a marianita

        quien pulsaba las cuerdas y colocaba   el instrumento sobre su hombro y por fin oíamos aquel solo de Beethoven
        ejecutado con ayuda de las potencias celestiales.






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